Los
sentimientos viven en nosotros, son como una tribu de pequeños niños que
muestran su carácter más destacado, el amor, la ira, la tristeza… Cuando somos
pequeños vamos descubriendo los sentimientos poco a poco, por eso suelen ser
tan obvios cuando los sentimos, con el paso del tiempo comenzamos a
controlarlos y aunque no lo creáis o no lo parezca este es un duro trabajo que
muchas personas consideran difícil. Si lo piensas un poco ¿quién no puede
recordar a ese amigo que se enfada por cualquier tontería?; ¿quién no puede
recordar a esa persona que está todo el día triste y desmotivada o a esa otra a la que la vida le parece una
constante fiesta?
No hay
nadie en esta vida que tenga un control equitativo en todos sus sentimientos y
es que… nosotros somos sentimientos, los controlemos, o no.
También
están las combinaciones, ese llorar de la risa; ese momento de sentirse
orgulloso a la vez que las lágrimas recorren tus mejillas. Dos poderosos
sentimientos que se mezclan y pelean por ser el ganador. Como cuando te caes de
la bici y el dolor te asoma por todos los poros de la piel a la vez que la
alegría de haber conseguido pedalear sin ruedines por primera vez se ilumina en
la sonrisa de tu cara. Como cuando te enfadas por culpa de la vergüenza que
sentiste al intentar hablarle o te avergüenzas por la ira que sentiste al oír
eso que tu no querías oír.
Puede
que ahora, mientras leas esto, estés pensando en todos esos momentos parecidos
en los que tus sentimientos se debatían en tu interior.
Pero no
te preocupes más de uno lleva la razón pues en algunas ocasiones los
sentimientos se dan la mano, se abrazan y juntos se convierten en uno.
Como en
esa historia de una mamá, una mamá que tiene que acompañar a su hijo al aeropuerto
una vez más. Una madre que se siente orgullosa de su hijo, siente felicidad por
él, por su valentía, por su forma de encarar la vida; a la vez, que nota como
la tristeza de la distancia le presiona el corazón, un corazón lleno de amor
hacia ese hijo que ahora marcha, una tristeza y un amor que se convertirán en
nostalgia. Y si mira bien en el fondo, también la ira asoma, pensando en porqué
su hijo tuvo que dejar su hogar e irse tan lejos a trabajar, ‘que injusta es la
vida’ es lo que pensará. Y ella bien sabe que no será un adiós sino un hasta
pronto, pero aun así no puede evitar el sentir. Y cuando le ve alejarse
derramará esa lágrima de sentimientos aglomerados que bajan por su mejilla, y
es que todos juntos pesan demasiado en nuestro interior y tienen que buscar la
forma de salir, de liberarse de ese cuerpo que les mantiene.
Los
sentimientos son eso que forma parte de ti, esos niños alocados que se pelean
por llamar la atención. Por eso, no dejes que se oculten, no sigas siempre a la razón y escucha de vez en cuando a tu corazón que también tiene cosas que decir. Pues somos humanos que razonamos pero también somos humanos con corazón, un corazón que es el que mejor sabe como nos sentimos, nuestros deseos más escondidos.
¿Y por esa simple razón porqué no íbamos a seguir los latidos del corazón?
Para Cristina.
Aunque estemos lejos,
siempre estaremos cerca.
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