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lunes, 29 de febrero de 2016

Rompertenson. Confraternidad. Trotamundos.

Puede que esta historia que os voy a contar os parezca una historia ridícula y fuera de lugar. Un cuento que sólo los niños se creerían y a decir verdad, nunca tuve la tentación de contarla pues sabía que de loco me tacharían. Pero hoy por hoy me da igual y viejo loco me dirán pero el día que de este incrédulo mundo desaparezca quiero dejar constancia de esta vieja leyenda, se la daré a mis nietos, que estoy seguro de que ellos la apreciarán.

Y cómo empezar… creo que por el principio será lo ideal.

Ahí iba yo, con mi mochila cargada a la espalda caminando entre montones de nieve y altísimas montañas. El viento soplaba fuerte, como si no quisiera que entrase en su valle, rugía e intentaba frenarme, pero a mi nada me detuvo y yo seguí caminando, total, tenía que llegar a esa cabaña que había alquilado. Paré a descansar un rato cuando de repente una pequeña piedra me cayó en la cabeza. Miré hacia arriba, pero no pude ver nada más que altas y escarpadas cumbres. “Habrá sido el viento” pensé a la vez que me ponía la mano en la cabeza, pues la piedra aunque fuese pequeña, me había hecho daño. “¡Se me ha caído un diente!” dijo una voz inexistente. Y del susto que me llevé me caí al suelo de espaldas. Parecía un tarado loco mirando de un lado a otro, a todos los lados y recodos. ¿Qué había sido eso? ¿De verdad había oído esa voz? ¿De dónde venía? “No te asustes, no te voy a hacer nada.” Volvió a decir la misteriosa voz a la vez que una pila de rocas que se encontraba delante de mi se comenzaba a mover. ¡No podía creer lo que mis ojos veían! ¡Debía de estar alucinando! Pero por mucho que me los frotase esa extraña visión no desaparecía.

- Hola, me llamo Rompertenson y como te sigas rascando los ojos de esa manera te los vas a acabar sacando; y sí, como puedes observar, parezco una roca…
- ¡Eres una roca! - le interrumpí con un grito.
- ¡Eh! ¡Oye! Que yo no te he insultado ni te he dicho que pareces un mono afeitado, ¡yo no soy una roca, soy un troll escandinavo! Puede que nos demos un aire a las piedras… y seamos duros como ellas… ¡pero no lo somos! Nos sirve para escondernos de las personas.
- Pues al parecer tú no te has sabido esconder muy bien de mi, amigo – le dije empezando a sentir que no iba a poder escapar de esa inusual realidad.
- ¡Pero eso ha sido porque se me ha caído un diente encima de tu cabezota y no me lo esperaba! Además… en realidad… me he escapado y te estaba buscando. Bueno a ti en particular no, sino a uno de esos humanos que sois. Tengo algunas preguntas que hacerte.
- ¿Cómo que te has escapado? ¿De dónde?
- Pues ya sabes… de donde mi confraternidad se esconde.
- ¿Tu confraternidad? ¿Es que sois muchos más?
- Sí ya sabes… ahí donde están todos mis hermanos y amigos, es como… mi familia podría decirse y la verdad que sí, somos unos cuantos. Más o menos… una montaña de altos. – al ver la rara mueca que ponía, Rompertensón continuó con su explicación – a veces nos juntamos todos y nos pegamos unos a otros en dirección hacia arriba y vamos haciendo una montaña, es muy divertido, tienes que seguir subiendo hasta que alguien se mueve y todo se desmorona. Sí te digo un secreto… muchas veces hemos sido los causantes de los aludes de por aquí. Y bueno, que era yo el que se suponía que hacia las preguntas ¿tú quién… qué… eres? ¿Cómo te llamas?
- Soy un humano que intenta cruzar esta ventisca… - mientras decía estas palabras se dio cuenta de que el viento había parado – bueno, intenta llegar a la cabaña.
- ¿A la pequeña cabaña del lago con un viejo pino inclinado?
- Eh… sí puede que sea esa. En la foto también aparecía un columpio oxidado.
- Pues eso, la que digo. Ahí es donde vais todos.
- ¿Quién son todos? Yo voy solo.
- Pues todos vosotros, los trotamundos.
- ¿Los trotamundos?
- Sí, nadie más a parte de vosotros se atrevería a adentrarse entre estas montañas y caminar durante largas horas. Todos andáis con una mochila y tras unos días volvéis a desaparecer. Os atáis vuestras usadas botas y volvéis a perderos en los confines de la tierra. Ya he visto a muchos, os llevo tiempo observando. Tú eres tan sólo uno más y hace algún tiempo os quería preguntar: ¿Qué es lo que os trae a este lugar? ¿porqué cruzar toda esta nieve y tempestad?
- ¿De verdad me lo preguntas? Tú que vives aquí, en un paraíso nevado en el que puedes respirar aire, aire de verdad y sentir la brisa cuando no hay ventisca. Oyes a los pájaros cantar y la nieve romperse a tu caminar. Sientes que la naturaleza te mira (aunque ya entiendo porqué) y te hace sentir pequeño a la vez que grande. Y eso te pasa aquí y a todos los nuevos sitios a los que vas, descubrir lugares nuevos… trotar por el mundo, para que me entiendas.
- Vaya, pues sí que era fácil la respuesta pues eso que tú dices, y ves tan nuevo para ti lo vivo yo día a día y lo tenía frente a mí. ¡Gracias! Ahora he de irme o puede que se enfaden si no vuelvo ya y caiga la noche.  Y tú también deberías marchar, gira en la segunda piedra grande que encuentres a la derecha y un atajo encontrarás. Adiós amigo trotamundos no te olvidaré, te regalo mi diente para que siempre me recuerdes.

Y subiendo con ágil facilidad la montaña en segundos desapareció. Yo cogí el diente piedra del blanco suelo y me encaminé hasta que giré a la derecha en la segunda gran roca y como Rompertenson bien me dijo, se trataba de un atajo que me llevaba a la cabaña.

Ahora eres tú el que decidirá si creerse mi historia o no, sólo te diré una cosa más, si vas al primer cajón de mi mesilla, enrollado en una servilleta amarilla podrás encontrar el viejo diente de ese troll escandinavo que entre las montañas noruegas está.


Esta historia es tuya, Juanpe.

domingo, 28 de febrero de 2016

Esperanza. Ilusión. Sonrisa.

Una historia en la que tú eres el protagonista, Lucas:

Una casa nueva, un patio nuevo en el que jugar y una habitación nueva. Una habitación que algún día Lucas decoraría por sí mismo, pues aún era demasiado pequeño como para preocuparse por los gustos estilísticos. Ahora, era todo un torbellino, no paraba de corretear a su manera por cada una de las salas y habitaciones de su nuevo hogar.

Una tarde en la que estaban su padre y él jugando en su cuarto con los coches y los dinosaurios, sonó el teléfono y su padre salió corriendo escaleras abajo a contestarlo, pues por el momento sólo habían conseguido que unos de sus teléfonos funcionara, ya sabes, esas largas historias con las compañías telefónicas. Por lo que Lucas se quedó en su habitación y continuó jugando hasta que un ruido le llamó la atención. Un ruidito proveniente de un cajón.  Un leve "toc-toc" en la madera como si alguien llamase a la puerta. Lucas se acercó al cajón y al abrirlo no vio nada, tan solo pequeños calcetines y camisetas varias. Pero como él sabía que algo había oído comenzó a remover todo hasta que vio como unos pequeños ojos azules le miraban y una gran sonrisa se le dibujó en la cara. Metió su pequeña manita y la dejó muy quieta, poco a poco, el pequeño ratón se fue acercando y a su mano se subió. Lucas decidió que sería su pequeño secreto y que él cuidaría de Tino, pues así decidió llamar al pequeño ratón de cajón. Juntos estuvieron jugando un rato, y cuando oyó que su padre volvía a subir por las escaleras rápidamente le devolvió a su cajón y poniéndose un dedo en los labios acompañado de un “shhh” le dio a entender que se mantuviera callado.

Esa noche, cuando ya sus padres le habían acostado, Lucas decidió ir a abrir su cajón con la esperanza de encontrar a su pequeño nuevo amigo pero para su sorpresa en el cajón no estaba. ¡Había desaparecido! Sacó toda la ropa del cajón, una por una, asegurándose que no estuviese entre algunas de las prendas escondido. Tras sacar la última prenda una pequeña lagrimita comenzaba a asomarse en los ojos de Lucas. No quería pensar que su ratón no había sido real, por lo que metió la cabeza en el cajón como última comprobación y de esa forma descubrió un pequeño agujero pegado a la esquina izquierda. “Tino…” dijo Lucas susurrando y al ver una cabecita asomarse la ilusión volvió a la cara del pequeño niño una ilusión que se fue incrementado cuando por sorpresa vio que esa no era tan sólo la casa de Tino, sino que dos cabecitas curiosas más por el agujero se asomaron.

Esa noche, la pasaron entera jugando y juntos estuvieron pensando los nombres de los otros dos ratones que finalmente fueron bautizados como Milo y Firo. Cuando llegaba la mañana los tres ratoncillos volvieron a su cajón y Lucas volvió a meter toda su ropa desordenada en él.

Ese día su madre le dijo que qué había hecho con toda la ropa de su cajón pero aparte de eso nadie sospechó. Lucas siguió manteniendo a Tino, Milo y Firo como sus secretos amigos, todos los días les subía algo de comida, un trocito de queso o un mendrugo de pan y en ocasiones especiales uno de los bombones de mamá. Los tres ratones se convirtieron en grandes granjeros, pilotos de aviones y bomberos pues para cada juego Lucas tenía pensado un papel para ellos.


Cuando se fue haciendo mayor Lucas fue remodelando su habitación a su propio gusto; pintando las paredes, cambiando muebles y poniendo fotos y carteles; pero una cosa tenía clara y es que por mucho que todo el mundo le dijese que se desprendiese de ese viejo mueble que era de niños y no le pegaba nada; él no lo iba a tirar, pues aunque ya no los viese tan a menudo como antes, sabía que los ratones de cajón seguían en su hogar.

Guapa. Alegre. Feliz.

Aquí tienes un cuento con tus tres palabras Ludi.

A primera vista, pasaba desapercibida. A segunda vista, algo de ella te llamaba la atención y es que bajo sus grandes gafas de pasta, su enmarañada mata de pelo largo y su cara sin maquillar podías observar que era guapa. Era guapa natural, de esas guapas que hoy en día es difícil encontrar, pues todas se ocultan bajo esa capa de piel artificial que la presión social les ha “obligado” a ponerse, con la que ocultan su rasgos y facciones humanas apoyando la perfección de la muñeca de porcelana.

 Y a tercera vista simplemente, te enamorabas de ella y de su forma de ser. Se convertía en ese recuerdo dulce que en algún momento futuro tendrás y una sonrisa en tu cara se dibujará.

Porque ella, era una chica simple y normal con la que al intercambiar una sola palabra, te alegraba el día. Su cantarina forma de hablar, sus exagerados movimientos de las manos y sus bailarines pies que no se mantenían quietos en ningún lado eran una de sus grandes características. Ella era esa clase de personas que nunca ves triste, que afronta cualquier problema con valentía y busca una solución sin decaer, pues ella sabía que en este mundo a parte de la muerte, todo tiene solución. Siempre te saludaba con una gran sonrisa y si te conocía en seguida se paraba a hablar contigo por unos minutos, unos minutos que se acababan convirtiendo en horas, pues con ella, el tiempo pasaba volando. Sin darte cuenta le daba la vuelta a tu día, lo cogía entre sus manos lo agitaba y como si de magia se tratase veías con ojos más positivos y estabas preparado a enfrentarte a cualquier reto que la vida te pusiera por delante. Vestía con ropa desordenada y extravagante y también tenía sus manías, no os vayáis a pensar; esa clase de manías que forman parte de nuestra personalidad.

Un día le dijeron que era la felicidad en persona y que cómo conseguía ser feliz y estar alegre día tras día en este mundo cada vez más gris. Querían que les contase su truco. Pero ella lo único que hizo fue levantar los hombros y tras unos segundos dijo: eso de buscar y encontrar la felicidad material es sólo un mito, para ser feliz tan sólo tienes que ser tú mismo y olvidarte de las reglas sociales. Busca en tu interior y coge fuerzas pues vivimos en un mundo muy difícil, lleno de mentiras y banalidades en el que parece que lo más importante es el aparentar, posturear y hacer creer. Tú mejor amigo debería ser un espejo porque en él se encuentra tu reflejo y sin embargo lo consideramos un traidor que nos muestra de manera descarada la parte que no nos gusta de nosotros y hace que lo odiemos y no nos queramos volver a mirar. Vivimos en un mundo en el que el poder es el que manda y no importa si para conseguirlo tienes que pisotear y arañar las cabezas de otros. Con tanta tontería estamos contaminando el mundo, este mundo que nos dio la vida. Muchas veces creo que hasta los animales son más inteligentes que algunos de los especímenes humanos que andan por ahí sueltos caminando. Cabezas bajas mirando al suelo al andar, caras largas que ni dan los buenos días y ojos con el brillo apagado es lo que veo día tras día. Ya es hora de despertar, mirarte a ti mismo y decidirte, mimarte, sentirte... Quítale el polvo a esa persona feliz de tu interior y déjale que salga al exterior, sin más miramientos, sin ningún temor. Sé el tú que eres, no el que te representa.

El público que la rodeaba no se atrevió a decir nada, se dieron la vuelta y poco a poco se fueron alejando con sus gachas cabezas mirando al suelo, sus caras largas y sus miradas apagadas. Pero más de uno comenzó poco a poco a subir la cabeza y observar ese bello mundo que nos rodea.

sábado, 27 de febrero de 2016

Destino. Amistad. Brújula.

Este va dedicado a ti, Marina Aguilar:


Cuando era pequeño me apasionaba ser un pirata de pata de palo. Convertía mi habitación en una auténtica isla del tesoro. En uno de mis cumpleaños, cuando hacía ocho años, mi abuelo me regalo una brújula, la había conseguido de una tienda de segunda mano. En realidad estaba rota, no funcionaba desde hacía muchos años, era una auténtica antigualla pero a mí eso me daba igual, me parecía perfecta y me servía para sumergirme y navegar por el interminable mar; para descubrir el lugar correcto en el que debía escavar para encontrar los tesoros; y para saber qué dirección debía tomar para dirigirme a la secreta Isla Pirata que se ocultaba en las profundidades de las escalofriantes Islas Malditas, que según decían pertenecían a Barbarrosa.

Nunca fui un niño de muchos amigos, no era muy bueno sociabilizándome y la gente normalmente no entendía mis juegos de fantasía por lo que hice de la brújula mi tesoro personal. Me acostumbre desde ese cumpleaños a llevarla siempre en el bolsillo incluso cuando deje de jugar a los piratas. Un día, al salir del instituto me senté bajo un árbol. No había tenido un buen día y no me apetecía llegar a casa para tener que responder a esa odiosa pregunta matutina de “Cariño, ¿qué tal te ha ido el día?”, por lo que ahí sentado me quede un largo rato. Solía meter la mano en el bolsillo y jugar con la brújula; en ese momento, algo me hizo sacarla del bolsillo. Al principio, al abrirla, vi lo de siempre, esas agujas torcidas y bailarinas que daban vueltas alternativas, a veces, me recordaban a la brújula del pirata Jack Sparrow con la diferencia que la mía, no señalaba aquello que deseaba. Sin embargo ese día tras dar unas vueltas sobre sí misma, las agujas se detuvieron; señalando una dirección en particular y cuando mire hacia donde apuntaban descubrí a una chica que disimuladamente lloraba. Al principio no supe que hacer pero finalmente me armé de valor y hacia ella me encaminé.

Hoy por hoy esa chica es una de mis mejores amigas y gracias a ella y a ese día que me senté bajo el árbol, descubrí el secreto de mi brújula. La sigo llevando en el bolsillo y de vez en vez, la saco y la miro esperando que señale algún lado, en concreto, a una persona. Porque ese día descubrí que no era una simple brújula sino que se trataba de un buscador de amistad que a quien me señalase sabía que podría entablar una relación especial.


Nunca le llegué a preguntar a mi abuelo en que tienda la encontró. Ahora me gustaría saber a quién perteneció antes, pero algo me dice que fue el destino el que decidió que llegase a mis manos cuando tan solo era un niño de ocho años.

viernes, 26 de febrero de 2016

Amor. Oportunidad. Camino.

Y allí estaba, mirando por la ventana como si la vida con ella no fuera. Lo único que veía eran  las gotas que golpeaban furiosas contra el cristal y oía a los altos arboles de ahí fuera gritar.

Hacía tres horas que se había encerrado en su habitación y durante esas tres horas estuvo ahí, quieta, pegada a la ventana. Aunque aparentemente llevase largo rato sin hacer nada, su mente no dejaba de pensar, no paraba de darle vueltas a esa gran oportunidad; a esa gran oferta que ante sus ojos se presentó justo al terminar ese gran año de Universidad. Ese día en el que te das cuenta que ya no puedes ir hacia atrás y ha llegado el momento de hacerse mayor, tomar decisiones y elegir un camino para comenzar.

Y allí estaba ella tratando de elegir, decidiendo que caminos le harían más feliz. Sería más fácil si tan sólo tuviese que recorrer el camino de baldosas amarillas pero a ella nadie la iba a guiar. Sabía que en algún momento tendría que echar a volar, dejar el nido de su hogar, hacer las maletas y despegar; pero nunca pensó que ese momento fuese a ser tan repentino o le pillase tan poco preparada.

Y las horas pasaban…

Y allí estaba, con un mando de la Play entre las manos, haciendo que jugaba pero sin jugar, como si la vida con él no fuera. Lo único que veía eran las coloridas imágenes pasar y oía el ruido de los coches derrapar. Estaba claro que ese día él no iba a ganar, pero en realidad le daba igual, su cabeza se encontraba muy lejos de la pantalla.

Cuando eres pequeño no te enseñan a decidir, a tomar tu camino, a elegir. Te viene de golpe cuando eres mayor y no tienes otra opción.

Y los minutos seguían…

Y allí estaban, dos almas perdidas y desconcertadas; dos personas que vivían cada uno en el lado opuesto del mundo. Dos personas que meditaban sobre su camino, su leyenda, ese prologo de su historia que debían comenzar a narrar, sin saber que sus caminos gracias a esa decisión pronto se iban a encontrar.

Y los segundos se pararon.

Y así fue como se encontraron;  arriesgándose a perder, tomando nuevas riendas y preparados para aprender. Tras descubrirse, el amor entre ellos surgió y a partir de ese momento supieron que sus miradas se unieron y que seguirían caminando; creando esa senda, juntos de la mano.

Mil caminos por recorrer, sendas que descubrir y oportunidades a conocer. Tan sólo cierra los ojos y déjate llevar, que tu corazón sea el que marque ese camino por el que comenzar. 

jueves, 25 de febrero de 2016

Nuevo. Carcajadas. Ojos.

Pablo, esta es tu propia historia:


Era una cálida a la par que húmeda noche de verano cuando Pablo decidió irse a la aventura; debía ser el calor, que no le dejaba dormir, o la excitación de un nuevo lugar por conocer y descubrir. Con cuidado se bajó como pudo de esa pequeña cuna; que más bien era una cama con un par de almohadas alrededor; por lo que escapar de ella fue más fácil de lo esperado.

Su única misión en mente era salir y descubrir ese nuevo lugar, esa selva tropical a la que sus padres habían ido a pasar unos días. Estaban alojados en una pequeña aldea, en cabañas de paja y madera, con las puertas abiertas de par en par sino querías que el calor del verano no te dejase ni respirar. Por lo que tampoco fue un gran problema para Pablo el salir de la casita.

La pequeña aldea se encontraba en un lindo lugar en el que podías contemplar la extensa fauna animal, ir de safari y descubrir plantas y flores de todas las formas y colores. Pablo gateo y arrastró el culo hasta donde pudo. A ratos descansaba, se tumbaba panza arriba y observaba la inmensa manta de estrellas que eran tan brillantes que hacían que sus ojos relampagueasen.

Sin darse cuenta se fue introduciendo cada vez más en esa verde y silenciosa selva. Fue oliendo toda clase de flores, y tocando todas las distintas texturas que pudo encontrar. Tras un largo rato se volvió a tumbar para descansar pero esta vez se quedó dormido en un colchón de musgo verde y amarillo.

Poco a poco la mañana comenzó a despertar, los primeros fueron los pájaros que le dieron la bienvenida al día, cantando dulces melodías y revoloteando para saludar al resto del reino animal. Cuando todos se fueron desperezando algunos que vivían cerca de donde Pablo seguía durmiendo plácidamente, se acercaron a él. Una serpiente, un mono, un león y un tucán. Más tarde llegaron una rana, un guepardo y la vieja tortuga del lugar. Todos observaban asombrados al pequeño individuo allí tumbado, pues habían visto antes a humanos parlantes pero nunca a tan pequeño individuo con ese olor tan peculiar. De repente, puede que al sentirse observado, los inmensos ojos de Pablo de abrieron y todos los animales un salto hacia atrás dieron y seguidamente el silencio del ambiente se rompió con una gran carcajada. Incorporándose un poco y sin parar de reír, Pablo se acercó sin ningún miedo al león y agarrándose a él se consiguió levantar; le observó muy de cerca, le acarició sus largas melenas y le tiró de los bigotes. Y allí se quedo jugando con cada uno de los animales y riendo a carcajadas sin parar. Esas carcajadas que guiaron a sus alarmados padres hasta donde él estaba. Cuando llegaron, todos los animales ya se habían ido. Salieron corriendo al escuchar los desesperados gritos humanos.


Hoy por hoy, Pablo sigue recordando a esos animales que una mañana le despertaron y por mucho que sus padres le digan que era muy pequeño como para acordarse y que cuando ellos llegaron estaba riendo él sólo con su peluche del león en las mano; él sabe que su historia fue real y que ellos eran de verdad pues algunas mañanas cuando abre los ojos, ahí están,  les ve contemplarle de manera fugaz.



miércoles, 24 de febrero de 2016

Incertidumbre. Cariño. Futuro.


Tengo la llave del futuro ¿queréis saber cuál es? Bueno, en realidad me da igual que no queráis saberlo, os lo voy a decir igualmente a no ser… A no ser que dejes de leer este texto en el instante de ¡ya! ¿Me has dejado de leer? Bueno, tú verás…

Como iba diciendo, tengo en mis manos la llave del futuro, concretamente en mis dedos, porque claro, como podréis observar estoy escribiendo, tecleando letras que formarán palabras,  por lo que para que podáis leer cual es la llave del futuro tengo que escribir la palabra ¿Cuál será, será…?
Podríamos jugar a algún juego, al ahorcado o algo así y tendréis que adivinar cuál es la palabra. Podría empezar diciéndoos que tiene trece letras.  
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Aunque claro… yo no podría estar ahí oyéndoos para deciros si la letra que elegís están en la palabra o no… Creo que será mejor decíroslo y ya está, escribíroslo sin más y ¡pun! La llave pasará a estar en vuestro poder y podréis abrir todas las puertas aunque muchas sean si querer. Si supieseis cual es la llave entenderíais lo que os digo; pero bueno, ya lo descubriréis.

¡Ya sé! Juguemos a las adivinanzas, yo os doy pistas y vosotros adivináis. ¡Claro! ¡Qué buena idea! ¡Cómo no se me podía haber ocurrido antes! Veamos… adivina adivinanza… Ah no, pues no era tan buena idea porque volvemos a lo de antes… vaya faena. Por  mucho que creáis saber la respuesta de mi adivinanza (que no lo creo, porque es muy, muy difícil) yo no voy a poder deciros si es esa la correcta o no.

En fin me dejaré de tonterías porque empiezo a notar ciertos sentimientos de desesperación hacia mi persona y una pérdida gradual de la paciencia. No os desesperéis por la espera de lo esperado y disfrutar del camino caminado. Aunque en el fondo, fondo… creo que me estáis cogiendo hasta cariño y por mucho que lo deseéis no me podéis dejar de leer. ¡Ja! Os he enganchado eh…

¿Cuánto rato creéis que podríamos alargar el juego? Me da a mí que no mucho o me acabareis tirando un cenicero. Aunque tampoco creo que lo hagáis porque lo único que conseguiríais sería romper esa pantalla desde la que me leéis y lo peor de todo es que os quedaríais sin saber cuál es la llave del futuro. A no ser… que en realidad no os lo vaya a decir, sería gracioso ¿verdad? Vaya incertidumbre os estoy causando; así, sin ton ni son; sin venir a cuento ni razón. Si no os la dijese dejaríais de tenerme cariño y os enfadaríais conmigo. Bueno, aun así acabaríais de leerme por si acaso lo dijese al final, después de todo este camino visual no me vais a abandonar.

Ahora, si os digo la verdad… no sé muy bien ni cómo mi historia terminar; sí acabar con esa incertidumbre que os empieza a pesar o dejaros que investiguéis y penséis un poco más.

Incertidumbre, que palabra tan sabia, larga de trece letras y con gran peso emocional, porque a veces, en algunos momentos de nuestra vida, la incertidumbre nos ahoga y no podemos respirar. Pero si pensáis con un poco de claridad podréis ver que en realidad cada minuto que vivimos está dictado por la incertidumbre; el no saber qué va a pasar: esa piedra que se cruzó en mi camino; ese globo que decidió volando escapar; ese coche que no paró; esa llamada repentina o ese momento en el que te enteras que dentro de ti, estás creando una pequeña vida.


Simplemente no nos damos cuenta de todas las incertidumbres que tiene la vida, el día tras día, el qué pasará. Y la llave del futuro en tus manos ya está.


Lidia Dueñas, este es tu alocado cuento.
  

martes, 23 de febrero de 2016

Jazmín. Luna. Mar.

No he podido evitar escribir tu cuento en cuanto leí tus palabras. Iba sentada en el autobús, de vuelta a casa, mirando y leyendo comentarios en el móvil y justo después de leer tus tres palabras levanté la cabeza y ahí estaba; a través de la ventana pude contemplan la imperiosa luna que hoy se dejaba admirar, mostrando su exuberante belleza y su brillante grandeza.

Y al mirarla, solas me llegaron las palabras, se unieron entre sí unas con otras, formando frases y dejándose llevar, fluyendo como las olas que se entrecruzan en el mar.

Y es que él iba sentado en el metro como un día cualquiera, a ratos leyendo el periódico y en otros momentos observaba sin observar a todas esas personas matutinas que en un vagón te puedes encontrar. Él iba ensimismado pensado en no mucho la verdad, cuando un olor embriagador le hizo despertar, o mejor dicho soñar porque de repente apareció en su viejo barco, en su barco que estaba en alta mar; acunado con un oleaje tranquilo y una dulce nana  compuesta por la mar. Había un olor, un olor en particular, que le perseguía y le envolvía y le hacía caminar hacia uno de los camarotes. Cuando llegó, abrió la puerta delicada y cuidadosamente, intentando que esas viejas bisagras no chirriasen. Al abrirla, penumbra fue lo que encontró y un pequeño bote de perfume iluminado por la luz de la luna, esa gran luna llena que se asomaba tímidamente por la escotilla. Muy despacio se acercó, lo tomó ente sus manos y lo observó pero cuando fue a desenroscarlo algo le freno, una mano que se posó en su hombro, un roce del amor. Se dio la vuelta y su belleza le deslumbró como siempre lo hacía y sabía que por mucho que lo intentase, nunca se acostumbraría. Acompañada como siempre de ese dulce perfume que ella misma producía. Esa noche en particular, la recuerda con total vivacidad, pues el mar, la luna y un olor fueron testigos de su excitación, del brillo de sus pieles y del sabor de la pasión.

El metro se frena y él vuelve a despertar y al girar la cabeza descubre al culpable de su fugaz delirio. Una niña pequeña, que balancea sus piernas en el asiento de al lado, y en una de sus manos, un pequeño ramo de flores que ella misma ha recolectado. Al darse cuenta la niña de cómo él miraba su inocente mano le dijo “¿Quieres un jazmín?” y antes si quiera de que le diera tiempo a responder le dice “No te preocupes puedo coger más mañana, están de camino a mi casa.” Y sin ningún tipo de miramiento le coloca el jazmín en el bolsillo de su camisa justo cuando llegaban al final de su trayecto, por lo que cuando él quiso darle las gracias la pequeña niña ya había salido dando saltos agarrada de la mano de su hermano.

Tres paradas más tarde, le toca bajarse. Al salir del metro camina a paso lento por el parque, ayudado de su bastón y acompañado de una flor en su corazón.


Espero que te guste Etel.

lunes, 22 de febrero de 2016

Viajar. Extrovertida. Infinito.

“¿Qué es el infinito?” Dijo un susurro escondido entre la larga hierba de primavera. Hubo un largo silencio acompañado del viento, ese viento que hacía que las nubes formasen siluetas divertidas de dragones o alienígenas. “Qué es el infinito…” respondió una voz compañera del momento.

“Para mí el infinito es… –volvió a decir la primera voz susurrante -  …saltar al vacío; actuar sin pensar; seguir tus instintos, que siempre son de verdad. Atreverse a lo imposible, comer hasta reventar, querer hasta el infinito y si puedes más allá. Morir de dolor de risa, llorar desconsoladamente de alegría y disfrutar de unos pies doloridos al caminar, de pasearte por el mundo, de viajar. Surcar los siete mares y luego volar por todos los cielos que puedas encontrar, dándole forma a esas nubes que desde aquí abajo podemos contemplar. Viajar, viajar, viajar eso para mí es el infinito y ya está. La Madre Tierra es la más extrovertida de todas, así que ¿por qué tú no lo ibas a ser? Te muestra su belleza, sus altas montañas y profundos mares sin ninguna cohibición. Los animales son fieros, los arboles exuberantes y no aparentan timidez alguna. Por eso hay que compartir su desvergüenza, su poca inhibición. Salir al escenario preparado para la función. Se abre el telón y comienza la actuación de esta vida infinita y extrovertida en la que te toca hacerte mayor. Así que lo mejor será que sigamos mirando a esas nubes de algodón e imaginemos que formas les daremos cuando llegue la ocasión.”


Y ahí se quedaron, dos niñas tumbadas en un prado, dos amigas oliendo la naturaleza de su alrededor, sintiendo la suave brisa de la mañana y saboreando esa idea infinita de un eterno viaje; el viaje de sus vidas.


Aquí tienes tu cuento Alba González Peño

Sincero. Trabajador. Adelante

Este lleva tu nombre, papá:

Él era muy trabajador, de esas personas a las que se les pasa volando el tiempo porque no tienen ni un minuto para decirse “Y ahora ¿qué hago?”. Y ese qué hacer ya podía ser dedicar tiempo a su trabajo, ir al gimnasio, pasear al perro o leer un libro tranquilamente sentado; y si en algún momento algo de lo planeado fallaba, tampoco le importaba porque sabía que mientras, podría hacer otra cosa por lo que simplemente daba una vuelta a su alrededor y seguía adelante, siempre mirando al frente pues de nada le servía dejar la vista atrás y quedarse parado en lo pasado. Buscaba otro objetivo que tuviese apuntado en su lista de cosas que hacer o simplemente elegía uno por placer.

 La gente que le conocía le solía decir “¿Cómo puede ser que siempre estés haciendo algo?”.

A lo que él, que era muy sincero, respondía sin ningún miramiento: “No es que sea yo el que haga muchas cosas, sois vosotros los que estáis adormilados, todo el día al móvil enganchado; sin mirar hacia adelante, camináis con la cabeza gacha guiados por la ola de la sociedad manipuladora y cuando queréis daros cuenta y apartáis la mirada de la pantalla el día se ha pasado, las horas terminaron y os decís “Pues al final, hoy no me ha dado tiempo a nada” Y os metéis en la cama, dándole vueltas a esa larga lista de cosas que hacer para mañana, pero ese pensamiento solo os dura unos minutos, hasta que oís que vuestro familiar sonido de Whatsapp os reclama.”

domingo, 21 de febrero de 2016

Serendipia. Sueños. Miedo.


 - Vivo entre sueños ¿Qué es verdad? ¿Cuál es la realidad? No sé cuando estoy despierto, deambulo por la vida o ¿tal vez deambule por los sueños? Me despierto soñando que estoy en un sueño y entonces me entra el miedo. Miedo, nos da miedo el descubrirnos, reconocernos a nosotros mismos, ver que nuestros sueños se rompen en pedazos, se hacen añicos entre nuestras manos y vemos como se deshacen escurriéndose entre los dedos, cayendo de golpe a la realidad ¿Realidad real o realidad soñada? Sueño real, sueño soñado…

-  Serendipia  – dijo con calmada firmeza la psicóloga captando al instante su atención.

¿Y eso qué es? – pregunté ansiosamente, esperando una respuesta, como si de una fórmula matemática  que me fuese a solucionar mi enigma vital se tratase.

-  Ya lo averiguarás al seguir tu camino, al buscar tu sentido, al intentar averiguar cuál es la realidad de tus sueños o los sueños de tu realidad. Se paciente y lo descubrirás, aparecerá de la nada, de la forma menos pensada y ni siquiera te dará miedo, porque no te lo esperarás. Y esa, será tu serendipia, en la que tus sueños se escondían.

Y se levantó de su sillón, caminó calmadamente en dirección de su perdido oyente y al acercarse simplemente giró el espejo, ese espejo que demostraba que hablaba con su propio reflejo.
Para Carla,
buscadora de su serendipia.

Las tres primeras palabras

Era el cumpleaños de mi madre; ella, en España; yo, en Suecia ¿Cómo la podría felicitar a parte de mandando el típico collage de fotos socorrido y uno de esos fáciles vídeos de felicitación que hoy por hoy se hacen con los móviles?

Al final del día, se me ocurrió una pregunta: "Mamá, dime tres palabras." Tras unos minutos de espera de Whatsapp ella me respondió  "¿Sobre qué?". Me lo pensé, pero decidí que debía ser decisión de cada uno, por lo que la respondí "Sobre lo que quieras. Tres palabras que tú elijas."

Esta vez la espera fue más larga, pude sentir que se estaba pensando esas tres palabras ¿cuales decir?

Finalmente la respuesta apareció escrita:

"Pues es que no se.
Una que me saldría ahora por lo que siento: MIERDA
Mi favorita: TEMPLANZA
y una para seguir tirando ILUSIÓN"

Ahora, mamá, aquí tienes tu cuento:

Otro día más en el que el despertador no suena para avisarte de que ya es hora de levantarse, otro día más a la espera de llamadas, de noticias, de esperanza, A la hora de comer el telediario da su matutino sermón, siempre la misma mierda... desahucios, colas del paro cada vez más largas, pateras encontradas, guerras y refugiados que buscan un refugio en algún lado... Mientras escuchas de lejos las noticias tu subconsciente te repite una palabra, tú palabra: templanza. La templanza con la que día tras día te levantas, pones un pie en el suelo y te peleas con el tiempo, las horas, los minutos y los segundos que van pasando, unas veces volando y otras, demasiado despacio; pero sabes, que en algún momento otra ventana se abrirá dándote nuevas oportunidades y ofreciéndote nuevas vistas para contemplar. Por ello tu templanza se ilusiona cual niño pequeño, disfrutando de los pequeños placeres de la vida: comerse un trocito de chocolate, encontrarse cinco céntimos en la calle, sostener entre tus manos una caliente taza de café humeante u oler una rosa de tu jardín que anuncia a gritos la llegada de la primavera. Ilusión, esa que si perdiésemos, el mundo no sería capaz de sobrevivir.


¿Y tú?

¿Has pensado ya tus tres palabras?