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viernes, 12 de julio de 2019

EL ÁLBUM


- Cuéntame historias de tus viajes. - Dijo ella dejando por un momento la delicada copa de vino sobre la mesa y cogiendo entre sus manos un viejo álbum de fotos.

- Este será un buen comienzo, es mi álbum de los momentos más especiales. Son fotos sin orden ni correlación, fotos de un recuerdo concreto. ¿Por cuál quieres que empiece?

La chica emocionada y algo intrigada decidió que abriría una página al azar. Dejo pasar el filo de las hojas rozando sus dedos y en un momento dado se detuvo, abrió la página y descubrió tres fotos; un murciélago boca abajo, un ornitorrinco y una mesa cerca de un pantano.

- Por esta. - dijo a la vez que señalaba la foto del ornitorrinco.

- Como podrás imaginar esa foto es de cuando estuve viajando por Australia. Ver un ornitorrinco siempre fue uno de mis sueños. Para mi desilusión no conseguía ver ninguno; eso sí, me harté de ver canguros y más de una tarántula. Cuando me quedaban cinco días para irme de Australia, una tarde salí a pasear por los alrededores de la casa que tenía alquilada. Caminaba tranquilamente por la orilla del río cuando de repente un sonido nada común llamó mi atención. Miré a mí alrededor guiado por ese extraño ruido, cuando de repente, vi como algo saltaba al agua. Me quedé muy quieto, observando. Tras unos segundos un enorme pico volvió a aparecer en la superficie. ¡Un ornitorrinco! Y estaba ahí, tenía su madriguera prácticamente al lado de donde yo me estaba hospedando. ¡No me lo podía creer! Me quedé todo el día ahí sentado, hasta que el sol se escondió. Observé esa fantástica y única especie de la naturaleza y tomé esta foto, porque era definitivamente uno de los momentos a recordar.

- ¡Qué pasada! Me alegro que lo consiguieses ver. –Dijo ella mientras volvía a pasar las páginas. Esta vez encontró sólo dos fotos; una taza de té rota y un rinoceronte. - Qué difícil es elegir, mmmm… de esta página quiero conocer la historia del rinoceronte… - dijo dubitativa.

- El rinoceronte negro de África. Creo que ese es uno de los momentos en el que he sentido más miedo por mi vida. Íbamos en un jip recorriendo la sabana desértica de Namibia, el viento ardiente nos golpeaba y el brillo de la arena nos cegaba. Corrimos al lado de los gran kudús y gacelas; contemplamos una gran familia de elefantes; pasamos cerca de leones que se desplomaban bajo el sol; oímos los furiosos rugidos de los guepardos; y vimos un pequeño rinoceronte tumbado que gritaba de dolor. Nos paramos cerca del cachorro y ya que no encontramos ningún otro rinoceronte alrededor decidimos bajarnos y ver qué era lo que le sucedía. Vimos que estaba herido, tenía un cable enrollado que se le clavaba en una de sus patas, por lo que entre los cinco conseguimos quitarle el cable. Ya habíamos acabado cuando de repente notamos cómo el suelo bajo nuestros pies vibraba y oímos cómo un rápido trote se acercaba. Nos incorporamos y vimos como una furiosa madre rinoceronte se dirigía a toda carrera hacia nosotros. Rápidamente nos subimos al jip y justo en el momento que íbamos a arrancar el coche, el rinoceronte nos envistió bruscamente por un lado. Conseguimos tras varios intentos arrancar y salimos de ahí lo más rápido posible, eso sí, no nos quitamos a la rinoceronte corriendo tras nosotros durante más de un par de horas. Por eso la foto se ve algo  borrosa.

- ¡Qué miedo! Es alucinante la de cosas que te pueden pasar cuando menos te lo esperas… aunque estando ahí en medio de la sabana africana, bien os arriesgabais a toparos con algún animal, ya fuese el rinoceronte o un par de leones hambrientos. – Y se recostó un poco en el sofá mientras elegía otra página al azar. Volvió a encontrarse con tres fotos: un viejo coche oxidado, unas gafas de buceo y una flor de boca de dragón. Sin decir ninguna palabra dejó que su dedo bailara por encima de las tres fotografías hasta que lo dejo caer en la foto de la flor.

¡Antirrhinum majus! – Dijo él entusiasmado – Es mi flor favorita. Podría decirse que esta es una de las historias que con más cariño recuerdo. Yo estaba de viaje en Marruecos, en Rabat. Era una calurosa mañana y me senté en un parque y estando allí sentado descubrí a una anciana mujer con un gran ramo de flores de boca de dragón. Paseaba de un lado a otro y de vez en cuando paraba a algunas personas y les regalaba una flor. Tras un rato  observando me di cuenta que regalaba flores a las personas que al pasar le sonreían. Y en ese momento que lo descubrí algo sentí en mi interior, ¡una flor por una sonrisa! Desde ese día, iba a la misma hora a la plaza a observar a la mujer que regalaba antirrhinum majus. Me dio pena descubrir que no eran muchas las personas que conseguían la flor, pues la mayoría mostraban caras serias y ausentes, también me preguntaba si yo mismo tendría esa cara amargada, pues nunca se había acercado a ofrecerme una flor. Uno de los días que fui no encontré a la anciana por ningún lado, aun así me acerqué al banco de siempre pues pensaba esperar un rato a ver si es que ese día se había retrasado, y cuando me fui a sentar, descubrí una flor de boca de dragón apoyada en el banco. Supe que era para mí y que era una despedida. Con una gran sonrisa la cogí e imaginé que para la anciana era momento de encaminarse a otra ciudad a investigar cuantas sonrisas la gente la podría regalar.

Cuando se giró para ver qué opinaba ella de esta historia la encontró dulcemente dormida. La contempló y luego fue a por su cámara y le hizo una foto a esa copa de vino olvidada.


martes, 13 de febrero de 2018

Sapo Saltarín Saltador de Trampolín.



Uno, dos, tres, cuatro...
Un sapo en tu vaso se ha colado dando un salto.

- Hola, soy un sapo aprincesado.
¿Te importaría darme un beso encantado?

- ¿Qué? ¿Que te de un beso? ¿Yo? ¿A ti?
¿Y que me llevo yo a cambio?

- ¡Un apuesto príncipe azul!
¿Acaso no lo quieres?

- ¡Buah! eso son tonterías de librería.
Un sapo es un sapo y nunca se convertirá en un príncipe encantado.
Búscate una rana o si lo prefieres una sapa.

- ¿Y que te hace estar a ti tan segura de que no me convertiré en un apuesto caballero?
Yo lo he visto en los cuentos. Y luego nos casaremos y tendremos hijos; y también nietos.

- ¡Sí claro! Y un palacio de paredes de chocolatina.
Demasiadas películas me parece que a mí que a visto usted señor sapo.
Según lo que cuenta, podría ser yo la que me convirtiese en una rana.
Como alguna otra película de dibujos por ahí habla...
Aunque para variar, siempre acaban igual:
"Y fueron felices y comieron perdices... bla, bla, bla.""
Y a mi...¡no me gustan las perdices!
Aunque en realidad... nunca las he probado...
¡Y salga de una vez de mi vaso señor sapo!

- Venga... porfi... acerca esos morritos...
y dame un pequeño besito...
Tan sólo quiero comprobarlo
y si no pasa nada, te prometo que desapareceré dando un salto.

- ¡Que no insistas! Ya te he dicho que no, sapo pesado.
Creo que me voy a ir a comer un helado.
Que será más interesante que estar aquí, a tu lado.
Ya me he cansado de cuentos amuermados, cursis y estandarizados.
Ya elegiré yo a quién quiero dar un beso, ya sea un príncipe
o un apuesto panadero, fontanero o marinero.
Tú vuelve a tu charca y mírate en el reflejo del agua,
sonríete y se feliz con quien eres,
siendo sapo saltarín, saltador de trampolín.
Y deja de ir metiéndote en los vasos de la gente.

- Marta, ¿Nos vamos al parque un rato?
- ¡Sí mamá! ¿Podemos comprar un helado?
- Ya veremos, pero venga, lleva el vaso a la cocina y date prisa.
- ¿Puedo llevarme esta muñera y la figurita del sapo?
- Está bien, pero ten cuidado, no los vayas a perder.
- No te preocupes, sólo vamos a buscar un charco...

Uno, dos, tres, cuatro...
Una muñeca en tu charco se ha colado dando un salto.





domingo, 4 de febrero de 2018

El viaje


Desde aquí lo único que puedo ver son los tejados…

¿Acaso no te parecen bonitos? Espera, espera, no digas nada y obsérvalos por un momento. Todos esos tejados curvados, unos altos y otros bajos; la mayoría anaranjados pero si te fijas bien podrás ver algunos abovedados e iluminados por el reflejo del sol.

 Pero… yo no los veo anaranjados ni abov…

Calla, no digas nada… ¡Claro que lo son! ¿es que no lo ves? Tan solo observa con tu mirada y descubrirás la belleza de los tejados de Estambul. ¿Ves allí a lo lejos? Ese es mi “tejado” favorito, esa gran cúpula azul con pequeñas bóvedas alrededor, vigiladas y protegidas por sus guardianes, esos minaretes altos y puntiagudos ¿Ves todo lo que te digo? Allí, a la distancia.

¡Ah, sí! Ya lo veo. 

Pues esa es la llamada Mezquita Azul. Es preciosa ¿verdad?

Sí lo es sí. ¿No podríamos acercarnos hasta allí para verla mejor?

Sí, ya desempaquetaremos las maletas más tarde y no hace falta que nos cambiemos, tú con esa blusa de lunares vas la mar de guapa. 

¿Tú crees?

Desde luego. Y estoy pensando que según nos dirigimos hacia allí pasaremos por el Gran Bazar, donde las horas se nos irán de las manos sin darnos cuenta, es como si dentro del bazar hubiera una magia especial, un olor particular. Yo creo que es culpa de todas las especias que tienen, junto con el olor del cuero que rodea el ambiente; ambos aromas te embriagan y hacen que deambules por ese laberíntico mercado lleno de maravillas turcas; lámparas de mil colores, alfombras de Aladdin, zapatillas puntiagudas, telas, velas y las famosas delicias turcas. Todo lleno de colores, todo lleno de texturas y perfumes. Y no te asustes si de vez en cuando escuchas la característica llamada a la oración que avisa a las personas de religión que es la hora de ir a la mezquita.

 Veo que te conoces bien la ciudad.

Sí, estuve viviendo allí por un tiempo; cuando era más joven. Unos cinco años antes de que nos conociéramos.


El sonido de alguien llamando a la puerta les interrumpe la conversación.

-  ¡Se me había olvidado! En este fabuloso hotel te regalan una cena de bienvenida. – dijo a la vez que miraba su reloj. – Veamos que nos traen.

Entretanto una amable mujer entra a la habitación con una bandeja de humeante comida.

 Si te soy sincera, no tengo mucha hambre.

Mejor será que comas algo, necesitas energías para recorrer la magia de Estambul.

A si… claro… lo había olvidado; Estambul…

 Mira que pinta tiene este pollo con miel y de postre te han traído baklava. No te podrás quejar…

Ella no tuvo por menos que sonreír a la vez que se sentaba a degustar su cena de bienvenida turca.

 La verdad que sí que estaba rica la cena, mejor de lo que me esperaba. – dijo a la vez que un bostezo de asomaba por la comisura de sus labios. 

 Bueno, creo que debería irme y tú tienes que descansar.

Sí, estoy algo cansada la verdad.

-   ¿Quieres que te ayude a meterte en la cama?

No, no te preocupes, me voy a quedar un rato más aquí sentada; mirando por la ventana y observando esa Mezquita Azul de la que tú hablas.

 Está bien, mañana nos vemos, descansa. – Le dijo a la vez que le daba un tierno beso en la frente.

 ¡Oye! – dijo ella justo antes de que desapareciera por la puerta. - ¿Me llevarás algún día a Estambul? Me refiero… de verdad.

Sí cariño, no te preocupes, ese será nuestro primer viaje cuando te den el alta. – le contestó con una sonrisa.

Y ahí se quedó, mirando por la ventana con su pijama de lunares. Una ventana por la que tan sólo podía ver los viejos y grises tejados del hospital. Se quedó mirando y diciéndose a sí misma que pronto descubriría esa ciudad desconocida. 

A la mañana siguiente, al despertarse, encontró un sobre en la mesilla, un sobre que contenía dos vuelos para Estambul para dentro de unos largos meses. Sonrió a la vez que una lágrima le resbalaba por la mejilla de la emoción. “De aquí a nada terminará este viaje personal que comencé ayer y en poco tiempo estaré más que recuperada. Entonces, otro viaje comenzará, destino: Estambul, y podré adentrarme en los olores y la magia de esa ciudad. Gracias...” se habló a sí misma. Y se volvió a quedar dormida con los billetes fuertemente agarrados con las dos manos. Y soñó, soñó que caminaba por el Gran Bazar con una camisa de lunares rojos y de frente, se encontraba con la inmensa belleza de la Mezquita Azul.




lunes, 21 de agosto de 2017

La boda de un Jedi

Como ya sabéis todas las historias tienen un comienzo, un empiece peliculero un ‘Había una vez’ o un ‘Erase que se era’. Pero no es el caso de esta leyenda, de este conjunto de palabras que unidas forman un cuento, una narración de origen galáctico; y es que el amor que se esconde entre estas letras es más poderoso que las mismas fuerzas que hacen que el universo se mantenga eterno.

Comencemos…



Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana, había un valiente y sinvergüenza piloto. Este piloto era conocido por su locura innata, por su fuerte positivismo y su insaciable necesidad de aventura. Este piloto y además contrabandista llamado Adrián Solo volaba a través de las estrellas montando en su Halcón Milenario (aunque si os soy sincera, creo que tan solo se trataba de un caballo que después sería una motocicleta). Volaba sorteando planetas, meteoritos y cometas, siempre contando con el apoyo de los arrastrados, quiero decir… de su fiel compañero y amigo Chewbacca. Juntos se adentraban en los peligros de las montañas de la Pedriza, donde con la ayuda de este piloto y líder de la Alianza Rebelde conseguían completar la misión de llevar tan solo 20 pertenencias en la mochila, y así poder correr entre los montes más rápido, en el caso de que los soldados de asalto del imperio galáctico diesen con su secreta localización (y quien dice soldados de asalto dice zombies en pleno apocalipsis). La base rebelde oculta y escondite de reuniones se encontraba en ese deseado jardín con piscina, ubicado en el planeta Yavin; donde las horas conversando se hacían infinitas. Y la azotea, era la torre de vigía desde donde protegían la ciudad apuntando con sus pistolas bláster siempre alerta a cualquier posible ataque. 

Esta persona de la que hablamos podía tirarse horas montando y planeando batallas en maquetas coloreadas; así como inmerso en la creación de objetos y muebles usando su mayor material de contrabando; los pallets que por ahí se iba encontrando. Otra de sus grandes misiones de vida era su dedicación a la enfermería, preocupado por la salud y el bienestar de las personas de la Alianza.  En su tiempo libre Adrian Solo, solía irse a cazar búfalos nocturnos acompañado de la música y el baile y cuando sonaba el 'Single Ladies' se convertía en el rey de la pista y ¡no había quien le parase!

Adrián Solo era y es, un gran defensor de la paz y la justicia. Así como un amigo de gran poder y sabiduría ya que en cualquier momento de necesidad él siempre va a estar ahí, a tu lado, para darte apoyo, escucharte y narrarte uno de es,os largos sermones propios de él, con los que se asegura que la persona con la que habla se sienta reconfortada a través de esas palabras pronunciadas desde la sinceridad y el corazón. Aquí hablamos de un seguidor del lado luminoso de la Fuerza al cual estamos orgullosos, nosotros la orden de los Arrastrados, de poder entregarle hoy un certificado profundamente merecido. Pues nos encontramos ante un verdadero Jedi.

Bueno continuemos con nuestra historia; pues este joven y alocado piloto no ha llegado aquí solo, sino que se encuentra bien acompañado. Y es que nuestro protagonista revolucionario se enamoró de nada menos que de una princesa, pero no os penséis que se trata de una princesa cualquiera. No, aquí no hablamos de una de esas princesas cursis con vestidos brillantes y pelo largo que esperan a que sus príncipes azules les vayan a rescatar. Aquí hablamos de una princesa de armas tomar, que no necesita a nadie para ser salvada de las adversidades de la galaxia, ya que se trata de una de las líderes más importantes la Alianza Rebelde, valiente en el campo de la enfermería y dedicada a exprimir al máximo la felicidad de cada momento de su vida. Esta princesa llamada Mélani Organa es una de las grandes heroínas de la galaxia así como una figura clave para la lucha por la libertad y obviamente para el final de esta historia.

La princesa Mélani Organa tenía fuertes lazo de amistas en muchos de los planetas vecinos ya que su alegre carácter y fuerza de voluntad la convertían en una persona querida y admirada. Esta princesa de sangre aventurera mantenía como prioridad recorrer el Universo y explorar cada uno de las maravillas que este escondía. Pero también tenía una pequeña debilidad, y esta era su atracción por los sinvergüenzas y destartalados; y digamos que Adrián Solo era conocido por su engreído desaliño.

La primera vez que se vieron fue en la Estrella de la Muerte, también conocida como el famoso Weatherspoon,  donde si os soy sincera se conocieron pero no se hicieron muchos caso. Eso cambió radicalmente en su segundo encuentro, una noche en la que ambos decidieron salir con sus amigos a una de las discotecas más famosas de la galaxia, llamada East. Allí por primera vez sus miradas se entrecruzaron creando una pequeña chispa de complicidad. Esa noche sus manos se rozaron. Juntos, bailaron. Intercambiaron susurros y sonrisas. El olor de sus cuerpos al acercarse y la atracción de sus miradas se convirtieron en un grito silenciado, en un silencio gritado.

Ahora, debían batallar el peligroso frente que les esperaba, un movimiento que únicamente el audaz Adrian Solo podría logar con la ayuda de la valiente Princesa Mélani. Ya que esta ideó una misión de rescate para liberar a Adrián Solo de su congelación en un bloque de carbonita y aunque esto les llevase a meterse a los dos en problemas, sabían que juntos, no habría nada ni nadie que les parase.

Entre tanta batalla contra el imperio galáctico no tenían ni un instante de descanso. Pero un día al encontrar un momento de tranquilidad, se pararon, se miraron haciendo que el giro de los planetas se detuviese y las manillas del reloj enmudeciesen para que el contrabandista y la princesa se dieran su primer beso.

Poco a poco comenzaron a formar su vida conjunta donde realizarían varios viajes de locura y pasión. Juntos descubrirían nuevos planetas; en el cual, en uno de ellos se harían una marca de amor permanente; así como en otro se sumergirían en las entrañas de la naturaleza y la salvaje fauna del planeta Tierra. Cada uno de estos viajes, forman parte de su inacabada colección de momentos y recuerdos. Los cuales a partir de hoy pertenecerán a un nuevo episodio.

Pasado un periodo de tiempo, decidieron continuar su aventura y tras recorrer un largo campo de asteroides aterrizaron en la Ciudad de las Nubes, más conocida como Escocia. Allí comenzaron a formar su pequeño hogar, su vida particular. Un lugar desde el que planearían un día tan importante y especial como el de hoy. Un escondite en el que hablarían usando un nosotros. Una guarida de ideas alocadas y secretos compartidos.

Y es que tras esa mirada de compromiso. Ese cálido saludo al verse que se convierte en un dulce hormigueo en el vientre. Esas palabras de amor dichas y las que no están dichas pero se quedan impresas en el ambiente, todos esos detalles son la firma más verdadera del sentimiento que enlaza a estas dos personas. Ese sentimiento es el que nos reúne hoy aquí, a todos nosotros para ser cómplices y partícipes de este día universal.

Pero no os preocupéis porque aquí no acaba esta historia ya que esta historia no ha hecho más que empezar; porque adivinad qué será lo que hoy, en este blanco acontecimiento nuestros protagonistas se dirán. Ella, le dirá “Te quiero” y él le contestará “Lo sé” y cuando se intercambien esos  anillos firmados por su amor y se den ese beso infinito podremos decir entonces que los planetas finalmente estarán alineados y la Galaxia será nuevamente libre.

Y aquí una servidora, la lectora de este cuento, habla desde el corazón de los arrastrados, tus amarillos, vuestros amigos. Y no solo con mi voz, sino con la de todas las personas aquí presentes. Todos nosotros ciertamente sabemos que vosotros, valientes e intrépidos enamorados haréis que la galaxia forme parte de un universo mejor, como lo habéis hecho hasta ahora. Y por ello, queremos haceros entrega de un pequeño recuerdo que será uno de los cuales marcará el comienzo de este nuevo episodio… y por supuesto, que no falte deciros “Que el amor os acompañe.”


Dedicado a Mélani García y Adrián Díaz. 
Gracias por hacernos pasar un día tan bonito e inolvidable.

domingo, 25 de diciembre de 2016

Despensa. Campanilleo. Petición.


Para ellos era un día como otro cualquiera. Para ellos era un día normal. La navidad sólo relucía a través de la ventana porque entre las cuatro paredes la penumbra y la pobreza coronaban la casa…

De día al pequeño Billy le gustaba pasear por la calle,  caminaba despacio escuchando el crujir de la nieve bajo sus pies, observando las innumerables luces que decoraban el pueblo, sintiendo el frescor del ambiente, oyendo las risas de los felices niños y respirando la magia de la navidad. Respiraba fuertemente para intentar abarcar lo máximo posible en sus pequeños pulmones y así cuando volvía a su tenue hogar podía espirar el aire de la navidad decorando las paredes de mágicas guirnaldas y brillantes bolas de cristal. Pero eso tan solo duraba unos instantes, unos instantes en los que se le iluminaban los ojos… y luego todo desaparecía, justo en el momento que tenía que volver a respirar.

Esa noche todo el mundo estaba emocionado por la secreta visita del hombre más silencioso y llamativo del mundo. Sí, ese hombre que recorre los cielos en un trineo tirado por renos de los cuales uno de ellos guía al resto gracias a su luminosa y coloreada nariz roja que va haciendo juego con el atuendo de su adorable y risueño dueño.
Esa noche todo el mundo estaba emocionado; todos menos los habitantes de esta olvidada y polvorienta casita de la que estamos hablando, para los cuales la noche era simplemente eso, una oscura y fría noche de invierno más. Bueno, exceptuando a Billy el quinto de los siete hermanos, el cual en lo más profundo de su corazón sentía una indomable ilusión; deseaba que ese mágico hombre bonachón entrase por su hollinada chimenea con un susurrante “ho, ho, ho” y regalase a su familia la ilusión de la navidad perdida. No quería nada más, tan solo un poco de calor y magia en su hogar.

Cuando por fin todos dormían, bajó las sonoras escaleras de vieja madera corroída lo mas cuidadosamente que pudo. Le costó más de lo que tenía previsto pues en una mano llevaba un candelabro aun apagado y en la otra una caja de cerillas, un carboncillo y un trozo de hoja de papel. Cuando llegó abajo, se metió en la pequeña y vacía despensa, una vez que la puerta estaba cerrada encendió la vela de su candelabro y bajo la viva y tintineante llama se puso a escribir esa petición que llevaba tantos días redactando mentalmente en su cabeza y que comenzaba diciendo: “Querido Santa Claus, no se muy bien ni como comenzar… No soy un niño al que le guste pedir, pero esta vez me veo casi en la obligación de pedirte un gran favor…”  De repente una suave brisa acompañada de un alegre campanilleo le hizo dar un respingo. Le dio un vuelco al corazón y algo inseguro se acerco a una de las rendijas que había entre las tablas de la puerta, pensó que aun así no podría ver nada dada a la densa oscuridad que ocupaba la alcoba de la casa pero una luz salía directa de la chimenea. Él se frotó los ojos incrédulo y de repente vio como dos grandes pies acompañados de unas piernas vestidas de rojo descendían la estrecha torre de la chimenea.

Y ahí estaba, con su larga barba blanca, con sus viejas arrugas al lado de los ojos creadas por su continua sonrisa. Ahí estaba él, en mitad del salón.

- Ven muchacho, no te vas a quedar ahí escondido toda la noche – dijo a la vez que alargaba una mano en dirección a la despensa.

Billy, aun sin creérselo, salió cauteloso y despacio se acercó hacia él; llevaba en la mano la petición a medio escribir y algo avergonzado la arrugó cerrándola en su puño.

- No te preocupes Billy, supe de tu petición desde el primer momento en el que la deseaste. Tienes un gran corazón y por eso he venido a verte. No te preocupes por tu familia, pronto sentirán cómo la magia de la navidad les invade. La navidad es amor, esa es la clave. Ahora, quiero que pienses en un regalo para ti, un regalo especial.

- ¡Pero yo no quiero nada! No necesito nada…  - se corrigió al instante – Solo quiero que el calor vuelva a mi hogar, quiero que la despensa este llena o al menos… medio llena. Quiero que mis hermanos sientan la emoción de la navidad igual que lo hago yo cuando salgo a la calle. No quiero ningún regalo ni juguete caro como esos niños ricos y pomposos que tienen la idea errónea de que la navidad se mide en la cantidad de regalos que uno tenga. No quiero…

Para, para el carro… - le interrumpió Santa Claus riendo con las manos sujetándose la panza – no te preocupes por eso, como ya te he dicho, todo está bajo control. Solo pensé que habría algo que tu querrías en especial, pero si esto es todo lo que deseas… que así sea. Ahora vuelve a tu cama, no vaya a ser que nos oigan hablar, además veo que ya comienza a amanecer y aun me quedan unas cuantos hogares que visitar.

Antes de irse, Billy le dio un eterno abrazo. Ya estaba a punto de subir las escaleras, cuando Santa Claus le llamó susurrando; al mirar, éste se puso un dedo en los labios a la vez que le guiñaba un ojo en señal de secreto silenciado.

Una vez en su cama oyó como ese dulce campanilleo volvía a sonar anunciando la marcha de su inesperado visitante. Se fue… y con los ojos fuertemente cerrados Billy pidió un último deseo: “Deseo que nunca se me olvide esta mágica noche.”

A la mañana siguiente su casa se había convertido en un hogar cálido, con una chimenea encendida. Para desayunar todos disfrutaron de leche cliente con ricas galletas sacadas de esa llena despensa. Todos canturrean villancicos y charlan entretenidos.

- ¿Dónde está papá?  - preguntó Billy al no verle por ninguna parte.

- Ha salido un momento, no tardará en llegar – le contesta su madre.

Al rato entró su padre por la puerta cargando un árbol de navidad.

 - Ho, Ho, Ho ¡Feliz Navidad! Se que es un poco tarde, pero más vale tarde que nunca. Además, no os lo vais a creer pero me lo han regalado. - al ver la cara anonadada de todos su hijos decidió continuar con su explicación. - Me he encontrado a un viejo de barba blanca en un callejón del mercado y me ha dicho que me lo quedase… - dijo quedándose algo pensativo mientras revivía el momento mentalmente.

Billy sonrió, sin lugar a dudas esas se habían convertido en sus mejores navidades. Juntos, en familia, decoraron el árbol de navidad con dibujos de bolas colores y muñecos. No necesitaban más. 

Esa noche, cuando Billy se fue a meter en la cama, notó algo debajo de la almohada. Cuando lo sacó vio que se trataba de su segundo deseo, una bola de nieve con Santa Claus observando su casa. Así jamás olvidaría que esa noche fue real y que los sueños, si uno quiere, se pueden hacer realidad.
Dedicado a Sirley Zapata. :)


domingo, 6 de noviembre de 2016

Estudio. Fuerza. Desesperación.

Señora y señores, damas y caballeros, niños y niñas presten atención, estén muy atentos a esta especie de canción. Si se concentran  podrán escuchar en la lejanía la fuerza de las olas provenientes del mar y es que esta historia que brevemente os voy a contar sucedió una tarde de sol, mientras yo paseaba por la playa donde el canto de una sirena llamó mi atención, me cautivó y me guió hasta llegar a ella.

Me escondí entre las rocas y desde allí pude observar su belleza sin igual, su largo cabello largo y negro como el tizón, su cara de porcelana y su cola de sirena, tan brillante, tan elegante… También pude observar que entre sus manos tenía algo, vi como sus dedos bailarines se movían al son de su melodía, pero desde donde estaba no llegaba a reconocer qué era, por lo que me subí sobre unas rocas para acercarme un poco más, unas rocas que se movieron y me hicieron resbalar haciendo un gran ruido que asustó a la sirena que saltó rápidamente al mar y comenzó a alejarse sin tan siquiera mirar hacia atrás por lo que mi “no te asustes” quedó atrapado en el aire…


Me acerqué al lugar en el que ella había estado y ahí pude encontrar una especie de colgante con hilos de algas de colores que se enroscaban y enrollaban en una piedra preciosa de las profundidades del mar. Lo cogí, no estaba terminado; lo apreté con fuerza entre mis manos. Al dar una vuelta a mi alrededor encontré un pequeño cofre como si de dos grandes conchas unidas se tratase; dentro descubrí muchas joyas del mar, pulseras, collares, anillos y pendientes. Todas ellas hechas con runas, piedras, corales de colores y magia de sirenas…

Y tras horas de espera, sentado en la playa, oteando el extenso mar, con la esperanza de volver a ver a la sirena, me marché a casa, dejado sobre la blanca arena su caja de tesoros.

Al día siguiente nada más levantarme, volví a la playa y para mi desesperación vi que la caja de tesoros marinos había desaparecido y no había ni rastro de la sirena. Ese día volví a quedarme cerca de la orilla, y al siguiente, y al siguiente… ni rastro de la sirena ¿acaso habría sido una ensoñación?, ¿acaso había sido todo cosa de mi imaginación?

Algo me decía que tenía que ser paciente y esperar… no dejar que la espera me desesperase, ser fuerte… En mis manos, siempre sostenía ese collar que había cogido prestado y lo analizaba, lo estudiaba intentando aprender a hacerlo…

Un día conseguí terminar el collar inacabado y lo miré asombrado; de repente como por arte de magia, la piedra del medio brilló, se ilumino a la vez que el agua comenzaba a burbujear haciendo que apareciese la sirena ¡Ahí estaba!

Nadando se acercó, con sus ojos perlados me miraba y con una gran sonrisa me saludó a la vez que me acercaba una pequeña caja, como aquella de conchas que vi ese primer día. Me extendió la caja a la vez que me decía: “Estudio, fuerza y desesperación. Esas eran las tres pruebas de mi condición. Tú has demostrado superar todas ellas desde el primer día que me vistes, ahora, te dejo descubrir los secretos de las joyas del reino del mar. Ahora te dejo aprender a hacerlas y así podrás compartirlas con las personas que tú quieras, aquí en la tierra de los humanos de dos piernas.”

Tras ese día, todas las tardes, a la hora que el día atardecía, juntos hacíamos toda clase de bisuterías. Hasta que un día decidió que ya estaba preparado para hacerlas yo solo, un humano que entre sus manos envolvía piedras y runas provenientes de las profundidades del océano. Y con lágrimas en los ojos nos despedimos con una promesa que me dijo al odio “si algún día me necesitas, tan sólo tienes que acercarte a la orilla y frotar con tus dedos esa primera piedra mágica que un día cayó en tus manos.”

Ahora recuerda, si cierras los ojos podrás escuchar el baile de las olas del mar y si te concentras un poco más tal vez puedas intuir una melodía, la melodía de una sirena proveniente del reino de las piedras, la magia y las bellas algas, esas algas que a veces en la playa, se enredan en las piernas.

 Dedicado a Ana Pañuelos,
una sirena que crea bisutería que parece sacada de las profundidades del mar.

lunes, 31 de octubre de 2016

Hijos. Confianza. Amistad.

“¿Qué es la confianza?” Le preguntaron un día sus dos hijos ansiosos de conocer la respuesta.

- ¿La confianza? - Dijo ella extrañada ante tan repentina pregunta.

Estaba en la cocina, preparando un delicioso pastel de manzana, con las manos en la masa e impregnada del dulce olor de la fresca manzana. Se dio parsimoniosamente la vuelta para mirarles y al hacerlo se dio cuenta, por sus caras, que debía de ser una pregunta de gran importancia.

- ¿Qué os pasa? – les preguntó sin mas dilación.

- Necesitamos saber que es la confianza. ¿Cómo sabes si puedes confiar en alguien o no? – volvieron a preguntar con apremiante tono de voz.

- Pues… en realidad en un principio no lo puedes saber. Pero tienes que tener la confianza de confiar; si no… te limitarías a deambular en soledad. Quiero decir que la amistad se basa en la confianza. La amistad con tus amigos, con tus padres o tus tíos. La amistad con tu vecino, con tu gato o tu peluche al que abrazas cuando estás muy cansado. Sin confianza no conseguirías mantener ninguna de esas amistades. Porque la confianza debe primero construirse, crearse y creerse; y luego fortificarse según las acciones de esa persona. – un prolongado silencio acompañado de las expresiones anonadadas de sus hijos se difundieron por la cocina mezclándose con el olor de la mantequilla derretida.

Tras unos instantes, la madre cogió aire, dispuesta a intentar explicarse de nuevo ante el sentimiento de confusión que se deslizaba por la habitación.

- La confianza es… tirarse al vacío sabiendo que el otro va a estar detrás para agarrarte y no dejar que te des el golpe. Es apostar por el amigo, si él cree que lo puede hacer, tú debes creer con él. La confianza es ser uno mismo; cerrar los ojos y dejarse llevar, confiando en cada paso que tus pies den al caminar. Son los pequeños detalles que hacen la vida girar. – los niños la miraban con los ojos bien abiertos, interiorizando cada una de las palabras que su madre les decía. Y esta, proseguía. - Yo tengo confianza en mis hijos cuando me dicen que se van al parque a jugar y sé que cuidarán el uno del otro y nada les va a pasar. Y mis hijos confían en mi palabra cuando les digo que para merendar tendrán una humeante tarta de manzana preparada. - dijo al ver que sus hijos se relamían ante el olor dulce que habitaba de la cocina. - Ese grupo de personas con las que te rodeas las has elegido por algo, una de esas muchas cualidades que cumplen es la confianza. Y si conoces a una persona y aun no sabes si puedes confiar en él o en ella, es muy simple, tienes que tirarte a la piscina. Y no, no me refiero a una piscina de verdad, simplemente digo que algún día tendrás que probar y confiar. Por ejemplo… si le dejas a esa nueva persona un juguete, confiando en que te lo devuelva al día siguiente y no lo hace, lo rompe o lo pierde; ya sabes que a esa persona no le puedes confiar tus juguetes… – dijo eso percatándose de que el pequeño de sus hijos tenía un juguete que no le pertenecía fuertemente agarrado en una mano y en la otra un juguete suyo, su más, más favorito. A si que continuó – pero por otro lado, si no se lo dejas, siempre te quedarás con la duda de saber si podías confiar en esa persona o no. Y si él confía en ti, ¿Por qué tú no ibas a confiar en él?
- Eso es lo que más o menos yo le he intentado decir – dijo el mayor de los dos. – pero… no he usado palabras tan rebuscadas.

La madre miró por la ventana y vio al pequeño nuevo vecino que era de la edad de su hijo. Este, estaba esperando a que salieran. Se le veía algo nervioso a la vez que inquieto.

- Además – añadió ella – puedes invitar a ese nuevo amigo a merendar un poco de esta deliciosa tarta que estoy a punto de hornear.

El niño sonrió y salió corriendo en busca de ese, su nuevo vecino,  su nuevo amigo al que le dejaría su juguete más, más favorito.

La madre siguió cocinando su pastel. Pensando y recordando la de veces que había usado ese poder llamado confianza. La de veces que con él había ganado y también las que había fallado. Pero cómo en cada fallo había aprendido algo.

Y esa tarde, en la que su hijo intercambiaba juguetes con el nuevo vecino, en la que jugaban por primera vez y merendaban tarta de manzana, se convirtió en el comienzo de una larga y duradera amistad. Conocieron a mas gente y formaron un gran grupo de amigos. Pero la amistad de ellos era especial, una amistad en la que la confianza siempre fue el pilar que los sostenía; una amistad irrompible en la que con los ojos cerrados se fiaban del otro y como su madre le había dicho podían dejarse caer al vacío estando seguros de que él otro estaría ahí para sostenerle.

Y como siempre sucede, el tiempo continua con el tictac del reloj, el pasar de los años que guían nuestros cambios físicos; la adolescencia, la pubertad, la madurez y la vejez. Y ahí están, en esa última etapa de la  vida, dos buenos amigos que apostaron por la confianza un día. Y hoy por hoy en lugar de intercambiarse los juguetes, cada vez que se ven se intercambian el bastón que les ayudaba a sostenerse y así tener siempre, una mano amiga en la que apoyarse. Y por ahí juntos se pasean, confiando en cada paso que sus lentos pies dan al caminar agarrados a ese bastón, un bastón llamado confianza.

Dedicado a Dami,
espero que confiases en que tu cuento llegaría algún día. :)