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lunes, 7 de marzo de 2016

Pompas. Chocolate. Amigas.

- ¿Qué haces aquí? Te dije que no vinieras, que estaba bien. Sólo necesito un poco más de tiempo y me recuperaré. No quiero amargaros el día con mis llantos y poca alegría. Es sábado vete a buscar al resto y pásatelo bien. Yo veré una peli y me haré algo de comer… Me quedo aquí, en casa. Vete, estoy bien.

- En serio me preguntas ¿qué hago aquí? ¿De verdad piensas que te voy a dejar así? No voy a ir a buscar a ningún resto, tú eres la que me necesita en estos momentos. Mira esas pintas que me llevas, estoy segura de que no te has quitado esa bata horrenda en días al igual que ese moño de pelo estropajo que te has colocado ahí arriba. Estás pálida y en tu cara no se ve ni un atisbo de vida y llevas ignorando mis constantes llamadas noche y día. Por lo que ahora déjame entrar en esa olorosa caverna que tienes por casa.

Y sin más miramientos, la aparto hacia un lado y entró con pisada firme en el salón con cara de sorpresa y asco pues nunca se podía haber imaginado que alguien pudiese en cuestión de semanas convertir su casa en un vertedero humano. Sin dilación se dirigió hacia el baño y encendió el agua caliente de la ducha. Se dio la vuelta y ahí estaba, parecía un ente que poco a poco se apagaba.

- No debí esperar tanto, tendría que haber roto antes ese ‘periodo de respeto por la soledad’. Ahora métete en la ducha y date prisa. Que tengo planeado un gran día.

- Pero…- comenzó a replicar y no le dio tiempo a decir nada más pues su amiga ya había salido del baño con un montón de rollos de papel higiénico terminados en la mano. Y como no tenía ni fuerzas para discutir se metió en la ducha.

Mientras, la casa iba pareciendo otra. Ya estaba puesta una lavadora, los clínex que deambulaban por todos lados habían desaparecido, la cama estaba hecha y las ventanas abiertas, los platos lavados y la cocina limpia y lo mejor de todo, un rico olor a tostadas recién hechas inundaba la casa.

- Sabes que no tienes porque hacer todo esto… Lo iba a hacer yo luego… - dijo con cara sorprendida y voz dubitativa mientras cruzaba la puerta de la cocina.

- Ya sé que no tengo porque hacerlo, quiero hacerlo. Hoy me apetece pasar un día con mi amiga, que lo echo de menos. Ven, vamos a desayunar algo, he traído zumo de naranja y algunos donuts. Por cierto, ya te ves mucho mejor, lo que hace una ducha eh…

Y se sentaron a desayunar sin intercambiar muchas palabras. Disfrutaron de ese desayuno en compañía, no les hacía falta más.

- ¿A dónde me quieres llevar? ¿Qué ropa me tengo que poner?

- Ya lo verás. Ponte la ropa que quieras, con la que estés más cómoda. – Pero al ver la mueca dudosa de su amiga, añadió – venga, vamos a ver que tienes en el armario.

Unos vaqueros y una camiseta con un jersey encima. Algo tan fácil como eso. Y juntas salieron por la puerta de esa caverna que volvía más a ser casa.

Tras media hora de en el coche se dirigieron hacia la entrada de un parque natural.

- Nunca he estado aquí antes.

- Lo sé. Por eso te lo voy a enseñar.

Pasearon durante horas hablando de todas las cosas, recordando momentos pasados en los que la tripa les acabó doliendo a causa de la risa, circunstancias curiosas que juntas habían pasado y también aquellos días en los que por algo se habían enfadado. Se sentaron en la cima de una colina y desde allí arriba pudieron contemplar toda la ciudad.

- Mira lo que he traído para completar el día - dijo a la vez que sacaba de su bolso dos pomperos y una gran tableta de chocolate.

Las dos rieron a carcajadas y se tiraron toda la tarde jugando con las pompas de jabón y viendo como volaban a su alrededor y el viento las empujaba ayudándolas a viajar por los cielos de la ciudad. A veces conseguían juntar dos dándoles así la forma de un corazón y cuando querían descansar saboreaban el ese delicioso chocolate mientras observando el atardecer que caía sobre los tejados de las casas.

- Gracias, hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien y disfrutaba del momento. Ha sido como cuando éramos niñas y nos tirábamos el día entero persiguiendo esas pompas de jabón. Hoy me has hecho volver a recordar quién soy. – dijo cuando se bajaba del coche a la puerta de su casa.

- De nada, para eso están las amigas. – le respondió con una gran sonrisa.



Para Sara Ita, sé que tú bien valoras la belleza de la amistad.

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