Noche
estrellada, pero tú no te das cuenta. Estás encerrada. Vives demasiado
atareada como para fijarte en ese cielo parpadeante, ese inmenso techo que nos
cubre, que siempre está presente y se ha vuelto tan común a tus ojos que ni te
percatas de que está ahí; constante a la par que cambiante y variante. Porque
tú, estás encerrada.
Las
horas de tu día rutinario pasan rellenando formularios; corrigiendo trabajos;
comprobando cuándo ponen esa serie que tanto te gusta en la tele, ‘¿son los miércoles
o los jueves?’; haciendo la comida de mañana; dándole vueltas a los problemas
que tiene tu hermana; tratando de mantener la casa organiza pero que por mucho
que lo intentes ves que no lo consigues y lo dejas para mañana. Y así pasa tu
día, demasiado agobiada como para prestar atención en esos pequeños detalles
que nos rodean.
Vueltas
y más vueltas te da la cabeza. El despertador suena y el día comienza…
Al
volver a casa, miro por la ventana y ahí vuelve a estar esa inmensa noche
estrellada, pero hoy, algo especial me dice que la observe, que la venere… Por
unos momentos mi yo organizado y responsable me dice que tengo mil cosas que
hacer pero… ¡Basta! Necesito salir de casa, respirar aire fresco. Sí, por si no
te has dado cuenta, de mí misma hablaba, de ti mismo, de vosotros, de nosotros.
Una vez
fuera, corro de manera alocada, trato de encontrar un sitio oscuro para poder
observar esa oscura capa estrellada, pero en mitad de la ciudad, entre todas
esas luces cotidianas se convierte en misión imposible…
Y ahí
es cuando una idea loca se cruza en mi cabeza. Entro en casa, cojo las llaves
del coche, me pongo el abrigo y me voy. ‘¿A dónde?’ ‘¿A dónde estoy yendo?’ Mi
mente se queda en blanco… Conduzco en silencio, ni siquiera pongo la radio.
Tras veinte minutos llego al lugar perfecto. No luz, ni ruido artificial, solo
una montaña, algunos árboles e infinita oscuridad…
Una
oscuridad clara, una oscuridad no oscura; una oscuridad que se estremece ante
la belleza de la luna. Una luna imponentemente relajante, una luna que muestra
su humilde grandeza y su simple belleza. Cierro los ojos y aun así la veo y
siento como su brillo me recorre todo el cuerpo, hace que sea ligero y mi mente
se deja llevar, abandona la lógica y la preocupación ilógica. Todo mi cuerpo se
sumerge en la meditación, en una meditación guiada por el susurro de la noche,
por el tintineo de las estrellas, por esa carismática luna.
Y es
que a veces ese equilibro interior se nos desequilibra de manera desequilibrada
y no nos damos cuenta hasta que el desequilibrio te desequilibra y hace que te
caigas.
Yo
estaba desequilibrada y tras largo rato sentí como mi cuerpo relajado volvía a encajarse,
volvía a construir mi propio puzzle. Sentí cómo mi equilibrio interior se
equilibraba y volvía a valorar la grandeza de las cosas pequeñas que la vida
nos regala.
Para Marina, esa gran observadora de las
bellezas de la vida.
Has verbalizado exactanente lo que significan para mí estas palabras. Enhorabuena, tu cabeza equilibrada, tu imaginación brillante como la luna y tu buena capacidad de meditación te hacen ser una estupenda escritora. Ánimo porque es un proyecto original y precioso.
ResponderEliminar