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domingo, 20 de marzo de 2016

Lucha. Deporte. Educación.

¿Corro para huir? O ¿Corro para llegar? Quién lo podría adivinar, lo único que sé es que me hace no pensar, olvidarme por un momento de esa lucha que nunca termina, olvidarme por un momento de tratar de remendar y mejorar esa educación del día a día. Aunque ahora estoy pensando en ello, ¡calla!, ¡olvida! Fíjate en como el viento mueve las ramas haciendo que algunas de sus hojas se caigan balanceándose tímidamente hasta tocar el suelo. Observa como el río avanza sin detenerse y tú corres a contracorriente al igual que algunos de los patos que se sienten con fuerzas de enfrentarse a la corriente. Oye cómo los pájaros te animan con sus cantares al pasar y las ardillas te hacen la ola desde los árboles, o eso es lo que a mí me gusta pensar.

El sudor comienza a deslizarse por los poros de mi cuerpo y mis piernas empiezan cautelosamente a temblar pidiéndome que tal vez, deberíamos decelerar un poco. Pero hoy en especial necesito correr hasta que mi cuerpo no pueda más. Oler la naturaleza, oír mis rápidos pasos machacando la arena, uno, dos, uno, dos; ese trotar hacia ningún lado en particular.

Y al volver a casa, tras una hora y media sin pensar, tan sólo disfrutando de ese deporte que me ayuda a descansar mentalmente, la ducha caliente me espera. Y luego, vuelta a la lucha, a decidir que estrategias usaré al día siguiente para conseguir que ese niño preste atención; a planear las actividades con las que les voy a enseñar la ebullición o una nueva canción; a tramar la mejor forma de conseguir que esos padres dejen de llegar tarde; a corregir los ejercicios que tanto esfuerzo les supuso hacer el día de antes; a plantearles nuevos retos, nuevos desafíos; a dejarles elegir; a divertirse, a jugar, a pasarlo bien y disfrutar; a mostrarles que caminos pueden tomar, y a demostrarles que ellos lo podrán conseguir. Enseñarles que ellos mismos serán los que consigan todo aquello que se propongan. Que no están solos, que no tengan miedo, que el crecer es humano y es algo por lo que todos pasamos.

Los años siguen y veo cómo esos que una vez fueron mis alumnos crece, avanzan, les veo luchar por sus propias vidas; les veo caer y volverse a levantar.

Y hoy, es tan sólo un día más... Un día más de esa educadora lucha interminable que no me deja descansar.

- Profe, ayer me dijo mi padre que le vio correr por el campo ¿es que estaba jugando al pilla-pilla? – me dijo una de mis niñas

- Sí, justo eso estaba haciendo - le contesté sonriendo – jugaba al pilla-pilla…

Claro, cómo no me había dado cuenta antes, todo este tiempo pensando que cuando salía a correr estaba ‘huyendo’ o ‘queriendo llegar’ cuándo lo único que he estado haciendo todos estos años es jugar al pilla-pilla. “Pero ¿con quién?” Os estaréis preguntando; pues muy fácil, con el tiempo, con la sociedad, con la educación universal. Algunas veces es ella la que me pilla y me hace derrumbarme pero al día siguiente soy yo el que la alcanzo y no la dejo ni tocarme pues por muchos impedimentos que me pongan el gobierno, el currículo, el colegio o los padres, durante esas horas del día esos niños son míos, son mi responsabilidad y yo lucho por ellos y su bienestar, lucho por su aprendizaje académico, humano y moral. Y no hay nadie que eso me pueda robar.

Y ahora me doy cuenta, una de mis alumnas me lo ha tenido que chivar, 'jugar al pilla-pilla' es la clave de la vida y yo, no me voy a dejar pillar.

Para Victor, un gran luchador de la educación.

2 comentarios:

  1. ¡Chocolaate, moliniiillos, corre coorree... je je hija, ¡genial!

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  2. Este me recuerda a mi padre, aunque no es profe pero tiene otras luchas, se lo voy a compartir :)

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