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viernes, 11 de marzo de 2016

Libertad. Inocencia. Camino.


Para Alba, nunca pierdas la inocencia que forma tu camino de libertad.

Una casa de cristal, una casa llena de luz. Una casa sin puertas ni ventanas. Una casa en la que estás encerrada y a través de ella ves la libertad pasar a tu alrededor, los arboles crecen al aire libre sin que nadie les diga hacia donde tienen que dirigir sus ramas; las flores nacen por doquier y los pájaros cruzan el infinito cielo azul sin un rumbo definido. Hay días que la nieve comienza a caer y como por arte de magia, traspasa los cristales de tu casa y tu bailas, acompañas a esos tímidos copos de nieve que caen lentamente rozándote la cara.

La gente que pasa cerca te observa, sienten curiosidad por esa niña encerrada en la casa de cristal, con su vestido de princesa de cuento, siempre preparada para la actuación, preparada para bailar. Y ahí estas con esa dulce cara, suave, blanca, de porcelana. Con esos grandes ojos azules que muestran la inocencia de la infancia. Con esa melena de oro que siempre llevas recogida en un moño, pues no quiere que le estorbe a la hora de bailar. Y en tu cara siempre dibujada esa tierna sonrisa de felicidad obligada.

Y los días pasan y tú sigues observando el mundo desde dentro de tu casa de cristal y aun así siempre te muestras feliz. Feliz con tu mundo conocido, feliz en tu jaula acristalada…

- Pero que has hecho niña. ¡Has roto la bola de cristal! La has dejado caer de tus manos, ahora la tendrás que pagar.

Y sin decir ni una palabra saqué las monedas que había estado ahorrando durante semanas y se las entregué al hombre barbudo del parque, ese hombre que siempre se paraba a vender viejas cosas cerca del estanque.

- Gracias, pero ahora tendrás que recoger todo este desastre de cristales y nieve. ¿O es que vas a llevarte sólo la muñeca de dentro?

- Lo siento por el desastre causado, pero necesitaba liberar a esa pobre niña de su casa de cristal, hacerla ver que no hay príncipes encantados que la vayan a rescatar, ni que viviendo las cosas desde la ventana uno puede caminar, saborear la vida, coleccionar experiencias imprevistas y dejarse llevar a donde el viento te quiera transportar como uno de esos pájaros que por el cielo, libres, vemos volar. La quería enseñar que tienes que ser tu mismo el que decida la senda para formar tu camino…

Y en ese momento en el que me alejaba del estanque comenzó a nevar y yo me puse a bailar, con mi muñeca en libertad en la mano y dejando que los copos de nieve danzaran a nuestro lado.





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