Para Anita, aquí tienes tu cuento.
La lluvia era tan fuerte que mi caballo se encabritó, reculaba, daba vueltas sin parar, no había forma de saber a dónde ir pues no había manera de poder verlo. Me bajé del caballo e intenté calmarle, le susurré al oído, le hice saber que estaría a salvo.
La lluvia era tan fuerte que mi caballo se encabritó, reculaba, daba vueltas sin parar, no había forma de saber a dónde ir pues no había manera de poder verlo. Me bajé del caballo e intenté calmarle, le susurré al oído, le hice saber que estaría a salvo.
Tras
horas caminando bajo la lluvia y tirando de las riendas una luz parpadeó entre
la nada. ‘No te apagues’ pensé para mis adentros. Y así es como acabe llegando
a una humilde casa de madera y sin duda alguna, llamé a la puerta.
Tras la
vieja y pesada puerta de madera aparecieron tres cabezas. Tres hermanas
sorprendidas ante la inesperada visita. Al principio no sabían ni que decirme,
luego una de ellas me preguntó si quería pasar y las otras dos se apartaron abriéndome
paso.
Era una
casa maravillosa, nunca hubiese imaginado que en mitad de ese alejado páramo
encontraría una casa llena de magia humana. Las paredes estaban pintadas de
todos los colores, había flores de mil olores en jarrones de formas extrañas.
Cuadros que colgaban en las paredes de manera desalineada, uno de ellos llamó
especialmente mi atención pues tenía dibujado un gran árbol de la vida con
todos los tipos de verdes que puedas imaginar y tres pájaros que revoloteaban
por encima. Por toda la casa había cosas que colgaban del techo, cosas como
estrellas y atrapasueños.
Me dejaron ropa seca para cambiarme, esa ropa que una vez fue de su padre y luego me invitaron a sentarme cerca de esa gran y humeante chimenea encendida.
Esa
noche fue una noche mágica que en
realidad no puedo casi recordar, pues pasó como un suspiro entre las voces y
las risas de esas tres hermanas bailarinas de la vida. Saltaban de un tema a
otro sin orden ni dilación; danzaban alrededor de la casa y llevaban siempre la
sonrisa marcada en su cara. Eso si, cuando les pregunté por sus nombres,
calladas se quedaron y como si de un juego se tratase me aseguraron que no me
lo podían decir, que tenía que ser yo mismo el que los adivinase. Me
contaron que ellas no podían pronunciar sus nombres porque si lo hacían dejarían
de ser quienes eran y les pasaría como a su herm… y ahí se quedaron, no me dio
tiempo ni a abrir la boca cuando ya habían desaparecido en sus alcobas.
Y los días
iban pasando casi sin que me diese cuenta. Esas tres hermanas me tenían absorto
en esa burbuja de amor, felicidad y alegría que dentro de la casa tenían.
Una
tarde, decidí salir de la casa, pues quería ir a ver a mi caballo blanco, que según
ellas me decían, le habían estado alimentando; y yo sin más las había dejado,
pues andaba demasiado absorto en adivinar sus nombres. Pero esa tarde una
piedra chocó contra el cristal de la ventana, haciendo una pequeña grieta, una
grieta por la que el aire fresco se coló y me acarició la mejilla; lo que me
hizo querer respirar más de ese aire, pues de repente me sentí enclaustrado en
esa casa de cuento. Y también me hizo recordar a mi caballo y querer ir a verlo.
Pero para mi sorpresa cuando fui a abrir la puerta, la encontré cerrada al igual que las ventanas. ‘¿Cuánto tiempo llevo
encerrado aquí dentro?’ me pregunté para mis adentros. No tenía concepto del tiempo y
al pensar eso miré a mi alrededor, sin poder encontrar ningún tipo de reloj. Lo
que si vi, que antes no me había fijado, es que el cuadro del árbol de la vida
había cambiado, se veía más mustio y unas cuantas hojas estaban caídas. ‘¿Qué
estará pasando?’ me cuestioné a la vez que observaba que pese a ser tres
hermanas había cuatro juegos de todas las cosas de la casa; cuatro sillones,
cuatro platos, cuatro vasos, cuatro camas y hasta cuatro pares de zapatos. Lo
que me hizo pensar en aquella frase en la que se quedaron a medias cuando les
pregunté por sus nombres ‘¿No sería que en realidad eran cuatro hermanas?’ De
repente me empecé a desesperar y quise salir de la casa, pensé en mi caballo ‘¿Cómo
es posible que le haya abandonado tanto?’
Tras
algunos intentos de abrir las ventanas o puertas las hermanas aparecieron en la sala “¿A dónde te crees que vas?” me dijeron las tres a la vez “Deberías
adivinar nuestros nombres de una vez. A qué esperas, los queremos saber.” Me dijeron
con unos ojos que nunca antes las había visto, unos ojos en los que el
amor, la alegría y la felicidad se les había borrado de la mirada. Y en ese
momento un estruendo de cristales rotos acompañados de un relincho hizo que nos
diésemos la vuelta. ¡Ahí estaba mi caballo! Sin más dilación salte por la
ventana a la vez que odia sus palabras envenenadas… “Ya te dije yo que no lo teníamos
que haber dejado escapar, teníamos que haber acabado con ese caballo blanco.” Un grito de odio desgarrado me persiguió
hasta la ventana pero luego ahí se quedaron encerradas. Mirando, observándonos…
maldiciendo a su hermana.
Y es
que sobre mi caballo una bella chica me esperaba, me ayudó a subir y sin decir
palabra cabalgamos durante horas, alejándonos de esa casa encantada.
Una vez
que paramos me contó quien era, me dijo que esas eran sus tres hermanas y que
eran hechiceras. Que atraían a hombres perdidos con el tintineo de la luz y les hacían
quedarse allí hasta el día que adivinaban sus tres nombres… ese día, absorbían
su vida y ese árbol que decoraba el salón volvía a renacer, mostrando sus
verdes ramas. Ella era la cuarta hermana, la pequeña, esa que fue desterrada cuando
su padre las dejó, pues pensaban que no la necesitaban ya que no encajaba con
sus nombres; cosa de la que ella siempre se alegró.
“Tu
caballo llegó hasta mí suplicando mi ayuda, te tiene un gran aprecio. yo fui la que rompió el cristal en un primer momento. Siempre
que veo hombres por el páramo intento desviarlos en otras direcciones pero esa
noche de tanta lluvia… me fue imposible verte.” Me dijo casi a modo de
disculpa. Yo aun no daba crédito a lo que oía y me di cuenta de que hacía
tiempo había adivinado los nombres de las tres hermanas, Alegría, Amor y Felicidad; todo aquello que pretendían reflejar. ‘¿Cuál es tu nombre?’ Le
pregunté a la cuarta hermana. Y en un susurro me dijo: Saravá.
Sonia,muchísimas gracias por este precioso cuento, es casi increíble la fantasía que desarrollas. Para mi eres cómo los hermanos Grimm renacidos, bueno mucho mejor todavía. Me pasaría las horas escuchando tus relatos, eres adictiva. De nuevo muchísimas gracias por este tu relato que me has dedicado. Un beso muy fuerte y sigue así.
ResponderEliminarMuy bonito Sonia, te vas superando.
ResponderEliminarMonchi
Me encanta Saravá
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