Puede
que esta historia que os voy a contar os parezca una historia ridícula y fuera de lugar.
Un cuento que sólo los niños se creerían y a decir verdad, nunca tuve la
tentación de contarla pues sabía que de loco me tacharían. Pero hoy por hoy me
da igual y viejo loco me dirán pero el día que de este incrédulo mundo
desaparezca quiero dejar constancia de esta vieja leyenda, se la daré a mis
nietos, que estoy seguro de que ellos la apreciarán.
Y cómo
empezar… creo que por el principio será lo ideal.
Ahí iba
yo, con mi mochila cargada a la espalda caminando entre montones de nieve y altísimas
montañas. El viento soplaba fuerte, como si no quisiera que entrase en su
valle, rugía e intentaba frenarme, pero a mi nada me detuvo y yo seguí
caminando, total, tenía que llegar a esa cabaña que había alquilado. Paré a
descansar un rato cuando de repente una pequeña piedra me cayó en la cabeza.
Miré hacia arriba, pero no pude ver nada más que altas y escarpadas cumbres. “Habrá
sido el viento” pensé a la vez que me ponía la mano en la cabeza, pues la
piedra aunque fuese pequeña, me había hecho daño. “¡Se me ha caído un diente!”
dijo una voz inexistente. Y del susto que me llevé me caí al suelo de espaldas. Parecía un tarado loco mirando de un lado a otro, a todos los lados y recodos. ¿Qué había sido
eso? ¿De verdad había oído esa voz? ¿De dónde venía? “No te asustes, no te voy
a hacer nada.” Volvió a decir la misteriosa voz a la vez que una pila de rocas que se
encontraba delante de mi se comenzaba a mover. ¡No podía creer lo que mis ojos
veían! ¡Debía de estar alucinando! Pero por mucho que me los frotase esa
extraña visión no desaparecía.
- Hola, me llamo Rompertenson y como te sigas rascando los ojos
de esa manera te los vas a acabar sacando; y sí, como puedes observar, parezco
una roca…
- ¡Eres una roca! - le interrumpí con un grito.
- ¡Eh! ¡Oye! Que yo no te he insultado ni te he dicho que
pareces un mono afeitado, ¡yo no soy una roca, soy un troll escandinavo! Puede
que nos demos un aire a las piedras… y seamos duros como ellas… ¡pero no lo somos!
Nos sirve para escondernos de las personas.
- Pues al parecer tú no te has sabido esconder muy bien de mi, amigo – le dije empezando a sentir que no iba a poder escapar de esa inusual
realidad.
- ¡Pero eso ha sido porque se me ha caído un diente encima de tu
cabezota y no me lo esperaba! Además… en realidad… me he escapado y te estaba
buscando. Bueno a ti en particular no, sino a uno de esos humanos que sois. Tengo
algunas preguntas que hacerte.
- ¿Cómo que te has escapado? ¿De dónde?
- Pues ya sabes… de donde mi confraternidad se esconde.
- ¿Tu confraternidad? ¿Es que sois muchos más?
- Sí ya sabes… ahí donde están todos mis hermanos y amigos, es
como… mi familia podría decirse y la verdad que sí, somos unos cuantos. Más o
menos… una montaña de altos. – al ver la rara mueca que ponía, Rompertensón continuó con su explicación – a veces nos juntamos todos y nos
pegamos unos a otros en dirección hacia arriba y vamos haciendo una montaña, es
muy divertido, tienes que seguir subiendo hasta que alguien se mueve y todo se
desmorona. Sí te digo un secreto… muchas veces hemos sido los causantes de los
aludes de por aquí. Y bueno, que era yo el que se suponía que hacia las
preguntas ¿tú quién… qué… eres? ¿Cómo te llamas?
- Soy un humano que intenta cruzar esta ventisca… - mientras
decía estas palabras se dio cuenta de que el viento había parado – bueno,
intenta llegar a la cabaña.
- ¿A la pequeña cabaña del lago con un viejo pino inclinado?
- Eh… sí puede que sea esa. En la foto también aparecía un
columpio oxidado.
- Pues eso, la que digo. Ahí es donde vais todos.
- ¿Quién son todos? Yo voy solo.
- Pues todos vosotros, los trotamundos.
- ¿Los trotamundos?
- Sí, nadie más a parte de vosotros se atrevería a adentrarse
entre estas montañas y caminar durante largas horas. Todos andáis con una
mochila y tras unos días volvéis a desaparecer. Os atáis vuestras usadas botas
y volvéis a perderos en los confines de la tierra. Ya he visto a muchos, os
llevo tiempo observando. Tú eres tan sólo uno más y hace algún tiempo os quería
preguntar: ¿Qué es lo que os trae a este lugar? ¿porqué cruzar toda esta nieve
y tempestad?
- ¿De verdad me lo preguntas? Tú que vives aquí, en un paraíso nevado
en el que puedes respirar aire, aire de verdad y sentir la brisa cuando no hay
ventisca. Oyes a los pájaros cantar y la nieve romperse a tu caminar. Sientes
que la naturaleza te mira (aunque ya entiendo porqué) y te hace sentir pequeño
a la vez que grande. Y eso te pasa aquí y a todos los nuevos sitios a los que
vas, descubrir lugares nuevos… trotar por el mundo, para que me entiendas.
- Vaya, pues sí que era fácil la respuesta pues eso que tú
dices, y ves tan nuevo para ti lo vivo yo día a día y lo tenía frente a mí.
¡Gracias! Ahora he de irme o puede que se enfaden si no vuelvo ya y caiga la
noche. Y tú también deberías marchar,
gira en la segunda piedra grande que encuentres a la derecha y un atajo
encontrarás. Adiós amigo trotamundos no te olvidaré, te regalo mi diente para
que siempre me recuerdes.
Y
subiendo con ágil facilidad la montaña en segundos desapareció. Yo cogí el diente piedra del blanco suelo y me encaminé hasta que giré a la
derecha en la segunda gran roca y como Rompertenson bien me dijo, se trataba de
un atajo que me llevaba a la cabaña.
Ahora
eres tú el que decidirá si creerse mi historia o no, sólo te diré una cosa más,
si vas al primer cajón de mi mesilla, enrollado en una servilleta amarilla podrás
encontrar el viejo diente de ese troll escandinavo que entre las montañas
noruegas está.
Esta historia es tuya, Juanpe.
je je je Rompertenson, ¡mola!
ResponderEliminarAjajajaja que divertido es este!!!!!
ResponderEliminar