“¿Qué
es el infinito?” Dijo un susurro escondido entre la larga hierba de primavera.
Hubo un largo silencio acompañado del viento, ese viento que hacía que las
nubes formasen siluetas divertidas de dragones o alienígenas. “Qué es el
infinito…” respondió una voz compañera del momento.
“Para
mí el infinito es… –volvió a decir la primera voz susurrante - …saltar al vacío; actuar sin pensar; seguir
tus instintos, que siempre son de verdad. Atreverse a lo imposible, comer hasta
reventar, querer hasta el infinito y si puedes más allá. Morir de dolor de
risa, llorar desconsoladamente de alegría y disfrutar de unos pies doloridos al
caminar, de pasearte por el mundo, de viajar. Surcar los siete mares y luego
volar por todos los cielos que puedas encontrar, dándole forma a esas nubes que
desde aquí abajo podemos contemplar. Viajar, viajar, viajar eso para mí es el infinito
y ya está. La Madre Tierra es la más extrovertida de todas, así que ¿por qué tú
no lo ibas a ser? Te muestra su belleza, sus altas montañas y profundos mares
sin ninguna cohibición. Los animales son fieros, los arboles exuberantes y no
aparentan timidez alguna. Por eso hay que compartir su desvergüenza, su poca inhibición.
Salir al escenario preparado para la función. Se abre el telón y comienza la
actuación de esta vida infinita y extrovertida en la que te toca hacerte mayor.
Así que lo mejor será que sigamos mirando a esas nubes de algodón e imaginemos
que formas les daremos cuando llegue la ocasión.”
Y ahí
se quedaron, dos niñas tumbadas en un prado, dos amigas oliendo la naturaleza
de su alrededor, sintiendo la suave brisa de la mañana y saboreando esa idea
infinita de un eterno viaje; el viaje de sus vidas.
Aquí tienes tu cuento Alba González Peño
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