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martes, 23 de febrero de 2016

Jazmín. Luna. Mar.

No he podido evitar escribir tu cuento en cuanto leí tus palabras. Iba sentada en el autobús, de vuelta a casa, mirando y leyendo comentarios en el móvil y justo después de leer tus tres palabras levanté la cabeza y ahí estaba; a través de la ventana pude contemplan la imperiosa luna que hoy se dejaba admirar, mostrando su exuberante belleza y su brillante grandeza.

Y al mirarla, solas me llegaron las palabras, se unieron entre sí unas con otras, formando frases y dejándose llevar, fluyendo como las olas que se entrecruzan en el mar.

Y es que él iba sentado en el metro como un día cualquiera, a ratos leyendo el periódico y en otros momentos observaba sin observar a todas esas personas matutinas que en un vagón te puedes encontrar. Él iba ensimismado pensado en no mucho la verdad, cuando un olor embriagador le hizo despertar, o mejor dicho soñar porque de repente apareció en su viejo barco, en su barco que estaba en alta mar; acunado con un oleaje tranquilo y una dulce nana  compuesta por la mar. Había un olor, un olor en particular, que le perseguía y le envolvía y le hacía caminar hacia uno de los camarotes. Cuando llegó, abrió la puerta delicada y cuidadosamente, intentando que esas viejas bisagras no chirriasen. Al abrirla, penumbra fue lo que encontró y un pequeño bote de perfume iluminado por la luz de la luna, esa gran luna llena que se asomaba tímidamente por la escotilla. Muy despacio se acercó, lo tomó ente sus manos y lo observó pero cuando fue a desenroscarlo algo le freno, una mano que se posó en su hombro, un roce del amor. Se dio la vuelta y su belleza le deslumbró como siempre lo hacía y sabía que por mucho que lo intentase, nunca se acostumbraría. Acompañada como siempre de ese dulce perfume que ella misma producía. Esa noche en particular, la recuerda con total vivacidad, pues el mar, la luna y un olor fueron testigos de su excitación, del brillo de sus pieles y del sabor de la pasión.

El metro se frena y él vuelve a despertar y al girar la cabeza descubre al culpable de su fugaz delirio. Una niña pequeña, que balancea sus piernas en el asiento de al lado, y en una de sus manos, un pequeño ramo de flores que ella misma ha recolectado. Al darse cuenta la niña de cómo él miraba su inocente mano le dijo “¿Quieres un jazmín?” y antes si quiera de que le diera tiempo a responder le dice “No te preocupes puedo coger más mañana, están de camino a mi casa.” Y sin ningún tipo de miramiento le coloca el jazmín en el bolsillo de su camisa justo cuando llegaban al final de su trayecto, por lo que cuando él quiso darle las gracias la pequeña niña ya había salido dando saltos agarrada de la mano de su hermano.

Tres paradas más tarde, le toca bajarse. Al salir del metro camina a paso lento por el parque, ayudado de su bastón y acompañado de una flor en su corazón.


Espero que te guste Etel.

4 comentarios:

  1. Pompas. Chocolate. Amigas.
    Bonito proyecto... derrochas generosidad Soni. Mil besos,
    Sara Ita.

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  2. Que bonito !!!!!
    Me ha gustado mucho mi cuento.
    Espero q escribas muchos cuentos.....esto no ha hecho más q empezar :)
    Besos Sonia

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