Señora
y señores, damas y caballeros, niños y niñas presten atención, estén muy
atentos a esta especie de canción. Si se concentran podrán escuchar en la
lejanía la fuerza de las olas provenientes del mar y es que esta
historia que brevemente os voy a contar sucedió una tarde de sol, mientras yo
paseaba por la playa donde el canto de una sirena llamó mi atención, me cautivó
y me guió hasta llegar a ella.
Me
escondí entre las rocas y desde allí pude observar su belleza sin igual, su
largo cabello largo y negro como el tizón, su cara de porcelana y su cola de sirena,
tan brillante, tan elegante… También pude observar que entre sus manos tenía algo,
vi como sus dedos bailarines se movían al son de su melodía, pero desde donde
estaba no llegaba a reconocer qué era, por lo que me subí sobre unas rocas para
acercarme un poco más, unas rocas que se movieron y me hicieron resbalar
haciendo un gran ruido que asustó a la sirena que saltó rápidamente al mar y comenzó
a alejarse sin tan siquiera mirar hacia atrás por lo que mi “no te asustes”
quedó atrapado en el aire…
Me
acerqué al lugar en el que ella había estado y ahí pude encontrar una especie
de colgante con hilos de algas de colores que se enroscaban y enrollaban en una
piedra preciosa de las profundidades del mar. Lo cogí, no estaba terminado; lo apreté con fuerza entre mis manos. Al dar una vuelta a mi
alrededor encontré un pequeño cofre como si de dos grandes conchas unidas se
tratase; dentro descubrí muchas joyas del mar, pulseras, collares, anillos y
pendientes. Todas ellas hechas con runas, piedras, corales de colores y magia
de sirenas…
Y
tras horas de espera, sentado en la playa, oteando el extenso mar, con la
esperanza de volver a ver a la sirena, me marché a casa, dejado sobre la blanca
arena su caja de tesoros.
Al
día siguiente nada más levantarme, volví a la playa y para mi desesperación vi
que la caja de tesoros marinos había desaparecido y no había ni rastro de la
sirena. Ese día volví a quedarme cerca de la orilla, y al siguiente, y al
siguiente… ni rastro de la sirena ¿acaso habría sido una ensoñación?,
¿acaso había sido todo cosa de mi imaginación?
Algo me decía que tenía que ser paciente y esperar… no dejar que la espera me
desesperase, ser fuerte… En mis manos, siempre sostenía ese collar que había
cogido prestado y lo analizaba, lo estudiaba intentando aprender a hacerlo…
Un
día conseguí terminar el collar inacabado y lo miré asombrado; de repente como por arte de
magia, la piedra del medio brilló, se ilumino a la vez que el agua comenzaba a
burbujear haciendo que apareciese la sirena ¡Ahí estaba!
Nadando
se acercó, con sus ojos perlados me miraba y con una gran sonrisa me saludó a
la vez que me acercaba una pequeña caja, como aquella de conchas que vi ese
primer día. Me extendió la caja a la vez que me decía: “Estudio, fuerza y
desesperación. Esas eran las tres pruebas de mi condición. Tú has demostrado
superar todas ellas desde el primer día que me vistes, ahora, te dejo descubrir
los secretos de las joyas del reino del mar. Ahora te dejo aprender a hacerlas
y así podrás compartirlas con las personas que tú quieras, aquí en la tierra de
los humanos de dos piernas.”
Tras
ese día, todas las tardes, a la hora que el día atardecía, juntos hacíamos toda
clase de bisuterías. Hasta que un día decidió que ya estaba preparado para
hacerlas yo solo, un humano que entre sus manos envolvía piedras y runas
provenientes de las profundidades del océano. Y con lágrimas en los ojos nos
despedimos con una promesa que me dijo al odio “si algún día me necesitas, tan
sólo tienes que acercarte a la orilla y frotar con tus dedos esa primera piedra
mágica que un día cayó en tus manos.”
Ahora
recuerda, si cierras los ojos podrás escuchar el baile de las olas del mar y si
te concentras un poco más tal vez puedas intuir una melodía, la melodía de una
sirena proveniente del reino de las piedras, la magia y las bellas algas, esas algas que a veces en la playa, se enredan en las piernas.
Dedicado a Ana Pañuelos,
una sirena que crea bisutería que parece sacada de las profundidades del mar.
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