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Desde aquí lo único que
puedo ver son los tejados…
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Y es que ¿no te parecen
bonitos? Espera, espera, no digas nada y obsérvalos por un momento. Todos esos
tejados curvados, unos altos y otros bajos; la mayoría anaranjados pero si te
fijas bien podrás ver algunos abovedados.
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Pero… yo no los veo
anaranjados ni abov…
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Calla, no digas nada. Y
¡Claro que lo son! ¿es que no lo ves? Tan solo observa con tu mirada y
descubrirás la belleza de los tejados de Estambul. ¿Ves allí a lo lejos? Ese es
mi “tejado” favorito, esa gran cúpula azul con pequeñas cúpulas alrededor, vigiladas
y protegidas por sus guardianes, esos minaretes altos y puntiagudos ¿Ves todo
lo que te digo? Allí, a la distancia. Bueno pues esa es la Mezquita Azul, mi
favorita.
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¡Ah, sí! Ya lo veo. ¿No
podríamos acercarnos hasta allí para verla un poco más de cerca?
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Sí, ya desempaquetaremos
las maletas más tarde y no hace falta que nos cambiemos, tú con esa blusa de
lunares vas la mar de guapa. Y estoy pensando que en lo que nos dirigimos hacia
allí pasaremos por el Gran Bazar, donde las horas se nos irán de las manos sin
darnos cuenta, es como si dentro del bazar hubiera una magia especial, un olor
particular. Yo creo que es culpa de todas las especias que tienen junto con el
olor del cuero que rodea el ambiente; juntos te embriagan y hacen que deambules
por ese laberíntico mercado lleno de maravillas turcas; lámparas de mil
colores, alfombras de Aladdin, zapatillas puntiagudas, telas, especias, velas y
las famosas delicias turcas. Todo lleno de colores, todo lleno de texturas y
perfumes. Y no te asustes, que de vez en cuando podrás escuchar la
característica llamada a la oración que avisa a las personas de religión que es
la hora de ir a la mezquita.
-
Veo que te conoces bien la
ciudad.
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Sí, estuve viviendo allí
por un tiempo; cuando era más joven y me enamoré de un chico, un rostro turco
que nunca se me olvidará, pues creo que nunca he vuelto a ver a nadie tan guapo
como lo era él… Era muy moreno, pelo negro azabache, pestañas oscuras y largas
que atrapaban unos ojos azules como el cielo. Parecía que los llevaba pintados
de lo profunda que era su mirada. A veces llevaba un turbante azul… Y bajo sus
labios perfectos escondía unos dientes blancos, ordenados, simétricos. Pero lo
que más me gustaba de él eran esos dos pequeños lunares que reposaban unos milímetros
por debajo de su ojo derecho; eran como su característica personal…
-
Y ¿qué paso entre
vosotros?
-
Nunca llegó a pasar nada…
tristemente había un gran abismo entre nosotros llamado religión. Podría
decirse que siempre ha sido y será mi amor platónico.
-
Tal vez yo me encuentre
uno de esos amores platónicos en el Gran Bazar.
-
Tal vez. Bueno, creo que
debería irme y tú tienes que descansar.
-
Sí, estoy algo cansada.
-
¿Quieres que te ayude a
meterte en la cama?
-
No, no te preocupes, me
voy a quedar un rato más aquí sentada; mirando por la ventana y observando esa
Mezquita Azul de la que tú hablas.
-
Está bien, mañana nos
vemos, descansa. – Le dijo a la vez que le daba un tierno beso en la frente.
-
¡Oye! – dijo ella justo
antes de que desapareciera por la puerta.
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¿Me llevarás algún día a
Estambul? Me refiero… de verdad.
-
Sí cariño, no te
preocupes, ese será nuestro primer viaje cuando te den el alta. – le contestó
con una sonrisa.
Y ahí se quedó, mirando por la ventana con su pijama de lunares. Una ventana por la que tan sólo podía ver uno viejos y grises tejados del hospital.
A la mañana siguiente, al despertarse, encontró un sobre en la mesilla, un sobre que contenía dos vuelos para Estambul para dentro de unos meses. Sonrió a la vez que una lágrima le resbalaba por la mejilla de la emoción. “De aquí a dos meses ya estaré bien; y podré adentrarme en los olores y la magia de Estambul. Gracias.” se habló a sí misma. Y se volvió a quedar dormida con los billetes fuertemente agarrados con las dos manos. Y soñó, soñó que miraba por la ventana y desde ahí podía ver la grandeza de la Mezquita Azul.
Y ahí se quedó, mirando por la ventana con su pijama de lunares. Una ventana por la que tan sólo podía ver uno viejos y grises tejados del hospital.
A la mañana siguiente, al despertarse, encontró un sobre en la mesilla, un sobre que contenía dos vuelos para Estambul para dentro de unos meses. Sonrió a la vez que una lágrima le resbalaba por la mejilla de la emoción. “De aquí a dos meses ya estaré bien; y podré adentrarme en los olores y la magia de Estambul. Gracias.” se habló a sí misma. Y se volvió a quedar dormida con los billetes fuertemente agarrados con las dos manos. Y soñó, soñó que miraba por la ventana y desde ahí podía ver la grandeza de la Mezquita Azul.
Dedicado a Marya mma :)
Que bonito. Después de leer 📖 el cuento, creo que más de uno se apunta a un viaje a Estambul.
ResponderEliminarSiii, yo la primera :)
EliminarQue genial, me encanta como has introducido dos tipos de lunares y lo bonito que es soñar
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